jueves, 8 de marzo de 2018

Arturo Maccanti - El hijo perdido




yo plantaba los fértiles renuevos
de los árboles verdes, yo las flores,
en quien mejor pudiera contemplaros,
(Lope de Vega)

El año 1968 marcará para siempre la vida y la obra de Arturo Maccanti; muere su hijo con apenas cuatro años. A partir de entonces el poeta, que ya había consagrado poemas al dolor y a la nostalgia, los convierte en el eje central de su poesía, a través de su hijo rememora a todos sus muertos que habían tenido una vida larga y solo habían sido vencidos por el tiempo. Con la memoria intacta, de quien cuida de que el olvido no borre ni un solo juego, ni una sola sonrisa, vuelve atrás para hablarnos del tiempo en que su hijo vivía; los pájaros de entonces aún cantan en su recuerdo, aún muestran sus flores los jardines que hollaron de la mano, aún los columpios tiemblan estremecidos por la luz de su rostro, aún la muerte no había aparecido por su casa tan temprano para llevarse, para siempre, la alegría.

Columpio solo

(A mi hijo, 1964-68. Parque Municipal de Santa Cruz. Anochece)   

 ¿A quién meces, columpio solo? ¿Al viento
ruidoso y ciudadano?
Al pasar, te descubro en la tardía
luz del verano, como en sueños,
con tu vaivén donde un fantasma,
que golpea en el fondo de mi pecho,
todavía sonríe sin saber…
Cerca, un reloj de flores marca un tiempo
urbano, indiferente, entre risas de niños
áureos de sol atardecido, mientras
cruzo fugaz por la penumbra
de los árboles,
ya perseguido siempre
por mí, por el recuerdo
vagabundo de un sueño que fue vida.
Al pasar, se levanta la bandada
de palomas que vimos por costumbre
otros días con sol, bóvedas altas
sobre las que ha caído un mundo de silencio.
Aunque el amor no acabe,
aunque acabe el amor, columpio solo,
tú permanece fiel meciendo al aire,
meciendo al niño aquel que apenas pudo
llegar a ser mañana,
que se quedó en ayer,
y hoy cruza finalmente,
a pecho descubierto,
el vasto imperio de la sombra,
el hondísimo nihil…


Jardín

Quédate en el jardín y juega mucho,
estoy tranquilo porque no hay peligro
entre las viejas tapias y te guardan
con amor los cipreses...
Si anochece,
si se hace de oro la lluvia entre los árboles
del prado,
y ves que me demoro
y sientes miedo de la oscuridad,
no llores, que estoy cerca como siempre;
sabes que no te olvido,
aunque la vida a veces me distraiga,
que llegaré para darte mi mano
de padre cuidadoso,
no salgas del jardín.
Todos los pájaros
cantan para tu paz y mi alegría,
y yo volveré pronto, a la hora en punto
de la muerte, hijo mío, a recogerte
y llevarte en mis brazos...

Otro jardín

Vasta y dulce memoria,
déjame que recuerde
cómo fueron sus ojos,
déjame penetrar en la espesura
de las ruinas perennes del pasado
y rescate la luz inmaculada
que se llevó consigo.
Permite que me duerma sobre el césped
lejano del jardín ya clausurado
que yo llamé alegría...

4 comentarios:

  1. Primeramente , agradecerte tanta buena reseña, Francisco de poetas. Está, especialmente la he disfrutado con todo el dolor del mundo. Pienso que siempre hay algo que despierta el deseo de escribir, en la mayoría de los casos, una muerte, una vida, un amor, un desamor, pero la tragedia es de todas ellas la que más fuerza tiene y la que más perdura y te hace seguir luchando por gritar sin importarte mucho que te escuche no o no, que te entiendan o no.
    El poema del jardín me impactó y me dejó temblando. Todos son intensísimos, pero el primero del jardín me rompió.
    Te agradezco de corazón todo lo que haces por promocionar a los buenos poetas. Un abrazo.

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  2. Me alegra mucho, Vicente, que coincidas conmigo en la elección del poema que más te ha impresionado, supongo que es la misma que me embarga cuando descubro que alguien tiene vocación humanista o que apoya desde la elegancia y los valores deportivos a mi equipo.

    Apenas hace unos días que conozco ese poema y ya no sé decirte las veces que lo he leído; Maccanti dista mucho de ser un poeta confinado en la niebla transparente que cubre sus islas, su poesía habla de valores universales incluso cuando se dirige a su querida Guerea.

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  3. Hola Francisco, sin duda con esta nueva entrada se confirma a Maccanti como un poeta que sabe lucir la floresta, el jardín, la ventana y el marco estético, envuelto en profundos sentimientos que resultan conmovedores y a la vez elegantes en su forma de expresión. Muy buen gusto el tuyo y con él, un aprendizaje de nuevos rumbos en mis lecturas. Un gran saludo.

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    1. Creo, Miguel, que tu comentario es muy acertado, en pocas línea has llegado al alma del poeta, ha aflorado tu excelente sentido crítico.

      Maccanti merece que nos detengamos con atención en lo que ha escrito. He estado unos días escogiendo entre sus poemas aquellos que más me llamaban la atención, lo he hecho con el cariño y el respeto que produce un hombre que buscaba la paz y se vio atrapado en el dolor. El reconocimiento le llegará, estoy seguro, demasiado tarde como dijo, en unos versos de amor, en un poema.

      Un abrazo.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.