Me gusta hablar de Pasolini, Rosana,
indagar en sus contradicciones aun sabiendo que nunca llegaré hasta el fondo de
ninguna de ellas porque ni él mismo supo darnos las pistas sobre dónde residían
y cuál era su procedencia. Siempre admiré su alma de profeta que denunciara con
valentía y misericordia las miserias de una modernidad deshumanizada y lo
hiciera en cualquiera de sus facetas artísticas con un compromiso
irrenunciable. Ahí era coherente e iluminaba con su verso redentor las
enseñanzas de Cristo a pesar de su ateísmo confeso. En su contra tendría la
misoginia rancia e irracional que exhibió, sobre todo, en sus últimos años, y
la debilidad manifiesta que sentía por los más jóvenes para saciar su apetito
sexual, tuvo problemas, no del todo aclarados, con la justicia por ello. En
esto último no quisiera dejar un poso de dudas que, con razón, pudiera
interpretarse como malintencionado; conociendo las escasas simpatías que
provocaba debemos pensar que habría sido condenado, para regocijo de sus
influyentes enemigos, de haberse encontrado el mínimo indicio de culpabilidad.
***
No
me parezco en nada a Pasolini, Roxanne, él escribía poemas políticos y sociales
y los llenaba de amor, yo solo escribo poemas de amor y, casi siempre, cuando
no queda amor. Para mí es importante arrastrar esa contradicción; escribo
poemas de amor y pies de página; he llegado hasta ahí por circunstancias
específicas. No creo que la poesía me haya dado la espalda y, sin embargo, me
siento como si fuera así.
Ni
los ateos más recalcitrantes pueden negar la importancia de Cristo en nuestra
civilización. Nos encontramos con la aparición de la sociedad laica y la
contradicción que nos encontramos es que los creyentes más fervientes de
Cristo, ahí debemos situar a Pasolini, no creen en su divinidad, y quienes
creen en ella la reducen a la parafernalia; lo importante es comprarle la
túnica más lujosa al Nazareno para que procesione cada primavera u organizar
una recogida de alimentos para los más necesitados sin querer enseñarles el
camino para que dejen de ser pobres fortaleciendo el espíritu.
***
y que si puedo dejar algo hermoso en alguien
aunque no me haya conocido, y quizás por ello,
pensaré que la semilla que se embarra no muere.
(Mi análisis tardío – Mayo de 2013)
Creo
que Pasolini recogió el testigo de Antonio Machado en eso de hacer inmenso un
tema ineludible como el paso del tiempo, es más difícil sostener sus
reivindicaciones en el poeta boloñés, dado su radicalismo, que en un reformista
sincero y lejano de todo aquello que pudiera provocar choques violentos. En
Pasolini encontramos sus más llamativas contradicciones en su radicalismo,
hasta cierto punto justificado, ya que los poderosos cuando negocian lo hacen
con un ventajismo desproporcionado y grotesco, pero articulaba bien sus quejas;
estaba cargado de razón, pero de tal forma dominaba la dialéctica que hubiera
hecho parecer que la llevaba aunque no la tuviera.
Pasolini
sabía que la pobreza no fortifica la virtud pero hay que estar al lado de los
pobres por un impulso cristiano, por un ejercicio consciente y anónimo de la
misericordia, un impulso sincero a otorgar el perdón, sobre todo a aquellos que
pecan porque no saben qué lo hacen.
Aún no he aprendido a sentir lo que no siento,
a decir lo que se espera;
el bienestar ha envenenado
el alma de los que luchaban
por sobrevivir en otros tiempos que me nublan los ojos.
Pasolini
sabía, con un realismo que crispaba a sus enemigos por su crudeza sin concesiones,
que los italianos de los 60 vivían mejor que los de la post-guerra pero habían
retrocedido en todo lo relacionado con la moral, estaba convencido de que era
la escuela la mayor enemiga de la pobreza; pero esta nueva era alimentaba con
ostentación, y una sonrisita irónica mal disimulada, la agonía del Humanismo y
de que el bienestar, muy mal distribuido, era terreno propicio para cimentar
las ruinas de los tiempos venideros. porque no quería mirarse al pasado para
recoger la enseñanza de todo aquello que nos había envenenado provocando la más
terrible de las guerras y por la pérdida de valores de los viejos tiempos,
destacando entre ellos la piedad, la solidaridad y la fortaleza de los vínculos
familiares, cuando salir adelante era una empresa colectiva.
***
Pasolini en sus dos facetas más destacadas; la poesía y el
cine, pasaba con suma facilidad de la genialidad al atropello, yo añadiría sus
entrevistas, un arte apenas reconocido e improvisado, en el que siempre buscaba
la calidad estética y el compromiso, para mí incomprensible, del escándalo ¿hay
algo más escandaloso que decir la verdad a pequeño burgueses que sueñan con la
burguesía e imitan su decadencia? Su final, sinceramente presentido, podría
haber formado parte de uno de sus guiones, sería el mártir al que creía con el
candor mortificado de un niño católico obnubilado por los brazos de su madre .
Probablemente nunca tuvo tiempo para escribir poesía, para corregirla o buscar
la palabra exacta, el concepto adecuado, aun así dejó poemas que debiera
conocer todo aquel que se asoma al mundo de los versos.
Cuando
empecé a conocer su obra dije, y el tiempo me ha ayudado a reafirmarlo,
que Pasolini partía de un
lugar en el camino adonde no llegarían nunca incluso poetas de renombre.
Cada
expresión artística ha tenido épocas de esplendor favorecidas por unas
circunstancias concretas y por la aparición de genios irrepetibles que intuían las posibilidades que se les ofrecía para pintar lo antiguo con aires de modernidad. Siempre se
ha hecho buena música pero hay que tener en cuenta al receptor para valorarlo, en
esto radicaría mi desencanto con estos años, no queremos distinguir entre lo
valioso y lo superfluo, asumir una responsabilidad con el criterio.
La gente no
quiere darse cuenta de que, en cierta forma, no ha terminado la Guerra del
Vietnam, de que no ha caído el Muro, de que sigue habiendo niños que mueren en
la playa, de que Tom Simpson vuelve a su última caída cada 13 de julio por intentar conseguir lo
que está fuera de sus posibilidades reales, mientras el hombre aún lucha por
alcanzar la Luna. No estamos en los peores años de esta era, pero sí son los
que más duelen a los humanistas ya que no se ha resuelto casi nada cuando se
tienen más instrumentos que nunca para hacerlo. Estamos dejando escapar un caballo
con unas posibilidades inmensas que cada vez está más lejos de lo logrado por
la Radio y la Televisión, a pesar de las críticas acerbas que le han llegado a esta
última por su proceso de vulgarización. En Cádiz todos nos morimos siendo unos chiquillos.
"Hemos nacido en este tiempo y debemos recorrer el camino hasta el final. No hay otro. Es nuestro deber permanecer sin esperanza de salvación en el puesto ya perdido. Permanecer como aquel soldado romano cuyo esqueleto se ha encontrado delante de una puerta en Pompeya que murió porque al estallar la erupción del Vesubio nadie se acordó de licenciarlo. Eso es grandeza. Eso es tener raza. Ese honroso final es lo único que no se le puede quitar al hombre."
Osvald Spengler, 'El hombre y la técnica'.
Como un hoplita desarmado en el sendero
que no sabe detener la avalancha
y la afronta sabiendo su destino.
(Los persas)
Brel es una
de las grandes paradojas de mi vida, quizás ningún cantante me guste más que
él, represente mejor lo que yo hubiera querido ser, lograra lo que nunca podré tener, pero no me atreví a escribir nada sobre su gloria y su tormento hasta hace poco más de un año,
eso creo. Pienso que esta dejación imperdonable era porque me imponía, porque pasé madrugadas traduciendo
sus versos con lo poco que tenía y era feliz en mi melancolía. Es fastidioso y sientes pena al pensar que
nada volverá a ser como antes, que ese niño con canas que siempre llega tarde a la escuela ha perdido la paciencia y lee sin saber lo que está escrito, pero te fortalece
su mensaje en el recuerdo. Creo entenderlo bien, a pesar de las brumas y el lenguaje, aunque por ello no esté de
acuerdo con algunas de sus actitudes y posicionamientos, siempre es interesante
querer atravesar las circunstancias en que una persona con un irrenunciable
espíritu revolucionario fuera tildado de reaccionario. En estos días sentimos miedo de decir lo que pensamos amenazados por la guadaña intransigente de la corrección, ante ciertas cuestiones dar una opinión se convierte con facilidad, si no se dice lo esperado, en una acusación de mentalidad regresiva, como si no fuera posible seguir adelante con unos determinados sentimientos, como si amar se hubiera convertido en algo distinto, como si tuviéramos que procesar la pertinencia de una sonrisa y reírnos de una ocurrencia unos segundos más tardes de que nos la hayan contado.
Creo que
nunca se ha utilizado con más propiedad y sentido aquello de que Brel solo se parecía a
Brel; él que amaba la paz, no era ese soldado, era todo un ejército cuando se trataba de cumplir lo que había dicho por más de que no hubiera público que le escuchara, un hoplita desarmado que se crece en la derrota y no huye ante la llegada de los persas porque no entiende la vida sin la polis. Pienso que en su origen hay una diversidad que me recuerda a mi ciudad, en
su caso afecta seriamente a dos factores, entre otros muchos que le iría
añadiendo la vida, era un flamenco que se expresaba en francés, eso hizo que se sintiera más cerca de sus hermanos de lengua, manteniendo unas distancias pronunciadas por motivos políticos, y que conocía bien las costumbres que no quería aceptar, con los de sangre, y un católico
que nunca renunció del todo a esta confesión a pesar de su descreimiento.
Supongo que por su posicionamiento siempre militante en sus canciones de amor hoy día no le dejarían actuar en "El
Olympia" y el poco agraciado auditorio parisino perdería el hito más perdurable que sustenta su leyenda; desde la adolescencia y los primeros amoríos interpretaba la relación
amorosa como una tierna guerra, prevaleciendo esto último, y en ella solía estar al
lado del hombre, él lo era, en lo bueno y lo malo hablaba siempre de la derrota.
Alguien
me dijo alguna vez que era más fácil estar toda una vida con una
mujer a la que no amas que con una a la que amas verdaderamente. En unos
segundos se me vino a la mente la canción que más me gusta de Joan Báez y que los amores mueren de amor. Esta cantante no ha contado nunca con mis bendiciones, estando ideológicamente cerca
de ella tampoco me convence su forma de representarlo; por la falta de realismo y una ingenuidad, con más peligro del que parece, para dividir el mundo en dos direcciones, así se mostraban los artistas izquierdistas de su generación embriagados por el himno de las flores y cierta simpatía hacia regímenes que ya habían demostrado su desprecio por la libertad y métodos expeditivos para convencer a la disidencia. Escuché
"Diamantes y herrumbre" después de haber
visto un documental que intentaba explicar su relación amorosa con Dylan
y
nunca me he sentido tan cerca de ella, de repente me pareció tan humana, tan entregada al talento del cantante más grande que había conocido. Al escuchar la canción pensaba
que la
había compuesto en 1965 y que una herida de tal extensión solo se podía
sentir
cuando acaban de clavarte el puñal. Joan, al contrario de lo que hizo con otras canciones dedicadas a Dylan, algunas ya eran delatadas por el título o por la claridad de las metáforas todas relativas a los verdes años del mito, mantuvo cierto secreto sobre esta e incluso Bob llegó a pensar que se la había dedicado a su ex-marido, debía tener los ojos azules como él, pero ella lo acabó sacando del error.
A pesar de mi inglés entendí que dos lustros pueden ser tan largos como dos
años sin luz. Al terminar con Sarah, tras unos meses de tortura que recogió el arte, hubo una reconciliación artística de Dylan
con Joan, volvieron a subirse juntos a un escenario, para sus seguidores quedó
para siempre la sensación de que volvieron a pasar algunas noches componiendo en la misma habitación, aún estaban a tiempo de cambiar el mundo y
Dylan acababa de escribir la que sería su obra maestra más querida entre sus amantes más depresivos; "Sangre en el camino".
La separación de Dylan fue dolorosa y parece más que probable que fuera él quien propiciara el acercamiento sabiendo que ella, su valedora desde el principio de su carrera y su más ferviente admiradora, no le fallaría nunca, que no volverían aquellos años convulsos pero excitantes, y que ella aún aireaba aquel perfume penetrante que le permitiera vivirlos aunque fuera un poco. No sabemos si Bob volvió a enamorarse de Joan, pero si prestamos oído a
la canción solo podemos pensar que ella nunca había dejado de estar enamorada de él;
amor es solo una canción que tiene cuatro letras.
Con respecto a la valoración artística de Joan, se me hace difícil
reconocerlo pero no me llega y es algo que he aprendido a no forzar, me ocurre
también con Janis Joplin que tiene todos los atributos para gustarme. Joan
tiene virtudes celebradas por muchos y reconozco sin esfuerzo que son muy
buenas, empezando por su voz de soprano tan alabada por los entendidos, y ese idilio especial con la tristeza que llenaba de autenticidad y
lirismo sus canciones más convincentes. Pero me gustan muy pocas canciones de
Joan Báez, eso sí, mucho. "Diamantes y herrumbres" es la que prefiero, en ella narra su reencuentro sentimental con
Dylan, es magistral y uno se da cuenta de ello con una sola audición, es uno de
los cantos más hermosos de amor no correspondido en la música popular, en la
línea del llanto solitario de una muchacha sefardí que se hunde en la noche. Pero no le va a la zaga, “En
las mañanas tranquilas”, un canto elegíaco dedicado a Janis Joplin, una
rememoración sincera de una época en la que aún había flores entre los jóvenes
americanos que no querían ser como sus padres y se oponían a todas las guerras y,
sobre todo, su sobrecogedora versión, en la que vuelve a insistir como mujer
abandonada, ese papel que tanto le iba e interpretó tan poco cuando tenía en la
mano todas las cartas para construir un mito irrepetible, de la canción de
Stevie Wonder "Nunca pensé que te marcharías en verano".
Se
me olvidaban las versiones de Dylan, en conjunto lo mejor de su obra,
la
presencia de Dylan sería un acicate para ella, el amor y la admiración
rivalizaban sin que hubiera un vencido, abundando los himnos de los años
vertiginosos de la gran explosión
creativa del genio que moriría en 1966. Desde mi punto de vista, el
virtuosismo
vocal de Joan no pudo evitar que las canciones palidecieran por cierta falta de
fuerza; parecía
más pendiente de la belleza de la ejecución y el lucimiento de su voz que alargaba las canciones en detrimento del tono agresivo,
contundente y
abrasador en su significado y su mensaje reivindicativo, y eso que creía en Dylan más que nadie, sobre
todo en el bardo combativo de esos años en los que, para añadir más desventajas en las
comparaciones, el
genio de Duluth cantó mejor que nunca. Ni siquiera Joan estuvo cerca de
los
Byrds, y bien que habrá tenido que lamentarlo, hay que decir a favor suya que las versiones de los californianos eran imponentes, habrían hecho temblar al propio autor de las canciones, de no haber este pensado, con toda la razón, que Dios estaba de su lado.
El legado de Joan interpretando a Dylan es, de todas formas, de los más importantes y el más amplio, destacan como documentos históricos innegables las actuaciones que ambos realizaron juntos, por desgracia la calidad de las grabaciones es deficiente, y, sobre todo, con un valor sentimental de gran calado por lo que significaron en esos tiempos que los jóvenes querían un mundo distinto e igualitario. Como curiosidad debemos decir que hay dos canciones, "Acabó todo chica triste" y "Vas a ninguna parte", que cobran un gran significado porque las fechas en que Dylan las compuso coincidieron con el alejamiento de la pareja. Lo más extraño es que ambas canciones son de un desdén considerable hacia ella misma, lo que no impidió que las incluyese en su repertorio.
(Gracias a Juan Carlos y Elisabeth - 18 de noviembre de 2018)
"El
arte como suele decirse, es una cosa seria. Es por lo menos tan seria como la
moral o la política. Pero si tenemos el deber de aproximarnos a estas últimas
con esa modestia que es búsqueda de claridad, claridad con los demás y dureza
con nosotros mismos-, no sé con qué derecho ante una página escrita olvidamos
que somos hombres y que un hombre nos habla.
(Cesare
Pavese)
Creo que
aquí podría residir mucho de lo que buscamos en nosotros mismos, aquello que
nos mantiene en la lucha contra un mundo hostil al que no podemos vencer porque
al hacerlo nos inmolaríamos nosotros mismos, de tal forma pertenecemos a él,
aunque haya sacralizado el perfil más intrascendente del hombre. Aunque seamos
conscientes de este destino, vivimos con el convencimiento de que escribir es
un compromiso y que nuestra derrota puede ser algún día el triunfo de otros porque siendo realistas nos sustentamos en la idea,
antigua pero siempre renovadora en sus fundamentos, que podamos transmitir a
los demás.
No hay una línea definida entre
el éxito y el fracaso; Pavese no sintió que su vida estuviera realizada con la
consecución del premio más prestigioso de la narrativa en italiano, en cambio
hubiera dado un mundo por una historia de amor.
*********
Pienso que
eres un humanista, Juan Carlos, no importa lo que hayas estudiado en las aulas,
siendo esto muy importante lo es más lo que estás buscando por ti mismo. Tú has
comprendido que hay un tiempo de formación y otro de expansión permanente, no
ha habido una época como ésta para facilitarla, pero, como decía Ortega, esa
red se escapa como el agua por una canastilla hasta el punto de que pienso,
haciendo campaña como siempre, que hay demasiados universitarios que pareciera
que se han encontrado el título en una esquina.
Entiendo,
más de lo que me gustaría, la personalidad de Pavese. Era un hombre
interminablemente triste, todas sus historias de amor, desde la leyenda de la
bailarina que no apareció mientras la esperaba bajo la lluvia hasta su última
relación, la tierna Pierina con quien compartió por carta algunas confidencias
y a la que incluso llegó a decirle que la amaba, fueron un sueño abortado,
habría que hablar como si lo hiciéramos de Annie Hall, pero sin compartir una
sola noche junto a alguna de ellas y, casi con toda seguridad, sin ningún
contacto carnal. Algunos afirman que hubo un tiempo en que le pedía matrimonio
a cualquier mujer con la que llegara a tomar un café. Pavese era taciturno,
sombrío, hasta el punto de que resulta extraño verle sonreír en una fotografía
junto a Constance Dowling, la muchacha americana de quien se piensa que fue la
receptora de sus últimos y aclamados poemas.
y una leve sonrisa aparece en mi rostro
para recomponer este gesto severo
que no sabe mentir y me acompaña siempre.
Es posible que la escritora
Natalia Ginzburg hubiera estado enamorada de él, sin duda se sentía abrumada
por su talento y su calidad humana, pero el marido era compañero de ambos en la
editorial Einaudi. Si fuera así es más que probable que ella nunca le dijera
nada, además Pavese no era ese tipo de hombres que engaña a un amigo. Pero no
hubo ninguna, o así es cómo queremos verlo los seguidores del poeta piamontés,
como la mujer de la voz dulce y ronca, al final lo que queda es la leyenda,
aunque también entre de lleno en ella el rostro de primavera.
*********
“Ninguna
mujer contrae matrimonio por conveniencia: todas tienen la sagacidad, antes de
casarse con un millonario, de enamorarse de él.”
(Cesare
Pavese - El oficio de vivir).
Hoy casi tenemos la obligación de considerar
esta cita fuera de lugar, ejemplo de mal gusto por su misoginia militante y
asumida. Pero la dijo un hombre que sufrió por las mujeres y, sin embargo,
mostró delicadeza y comprensión hacia ellas en sus novelas. Pavese se muestra,
eso sí apoyándonos con cierta malicia en la supuesta privacidad de su diario,
transparente incluso en sus contradicciones. De haber firmado esta cita Groucho
Marx la tendríamos como una de las cumbres de la miseria de su ingenio, nadie
acabaría tomándosela ni en broma ni en serio ahuyentado por la inteligencia
nada orientadora de su iconoclastia.
Hace poco me sorprendía a mí
mismo cuando afirmaba, como si fuera una persona que hubiera reflexionado
largamente sobre el asunto, que Pavese no tenía sentido del humor, ¿Podía
carecer una de las personas más deslumbrantes que haya dado Europa del rasgo
distintivo más común entre las personas inteligentes? Es una cita que hay que
evitar o una conclusión amarga sobre la trivialidad interesada de mujeres y
hombres, debemos convenir que encaja perfectamente cuando cambiamos el sexo del
interés.
Creo que la obra de Pavese más querida hoy por los estudiosos puede llevarnos a
confusión, estamos de acuerdo en que “El oficio de vivir” es un diario y que
Pavese era un hombre solemne y grave hasta el punto de que se hace difícil
imaginarlo haciendo comentarios pícaros que busquen la sonrisa, pero no cuadra
del todo que no se llevará con él ese diálogo intenso consigo mismo si no
esperara que fuera algún día divulgado, ni tampoco podemos afirmar que sea más
fidedigno con el pensamiento del autor que una novela que busca con respeto y
complicidad el alma de la mujer, un poema que se cita con el olvido o una carta
de amor cuya respuesta nunca llega.
*********
Supongo que
en una apreciación cuestionable he llegado a considerar a Pavese un misógino
sentimental incapaz de hacerle daño a nadie excepto a él mismo. No llegó a relacionarse con facilidad ni con hombres ni con
mujeres. Pero en materia amorosa eran estas últimas las que le interesaban, el
desengaño eterno que vivió hizo que mostrara, en los duros momentos, un desdén
hacia ellas que solo reflejaba la frustración por sentir siempre lejos lo que
más anhelaba.
las cartas sin remite que nunca me enviaste, y caricias que tendrían otro destino
A veces es
preciso juzgar a un poeta sabiendo lo que pretendía. Hay poetas que tienen una
pretensión distinta en cada poema o carecen volitivamente de ella, y otros que
escriben a lo que surja. Todo ello es respetable y hay poemas antológicos en
cada uno de los casos. Pavese se tomaba la poesía demasiado en serio y se
permitió una licencia, impropia de él, cuando decía que su "Trabajar
cansa" tenía alguno de los mejores poemas que se estaban escribiendo en
Italia en aquellos días, tenía que defender su propuesta contra el hermetismo,
hermoso a veces pero poco apegado a la realidad, que practicaban algunos
colegas y el triunfalismo grandilocuente en honor del Duce que ejercían otros.
Un hombre con un léxico inabarcable elige hablar en una lengua casi de todos
los días y, como si estuviera falto de recursos, repite con frecuencia las
palabras y expresiones que sostienen el argumento principal de cada poema e,
incluso, las utiliza en distintos poemas.
*********
"Aún no
sé si soy un poeta o un sentimental, pero lo cierto es que estos meses atroces
constituyen una prueba decisiva. Si, como lo espero, hasta los más grandes
descubridores han tenido meses semejantes, digamos que la alegría de componer
se hace pagar cara.
La vida se
venga – y está bien - si uno le roba el oficio. No es nada la preocupación de
componer el famoso tormento frente a la de
haber creado algo y no saber luego qué hacer."
(15 de
septiembre de 1936)
(Cesare Pavese – El oficio de vivir – Traducción: José Agustín Goytisolo)
Sobre la
Guerra y el impacto que tuvo sobre Pavese ya he hablado anteriormente. La
superación de la peor contienda de la Historia supuso un reto para el
Pensamiento en todos los niveles y, en cierta forma, y con razón, hizo pensar
en el fin de una era, siendo el comienzo de otra un canto amargo al pesimismo y
a la desconfianza en el hombre. Lo que sigue es muy complejo; las guerras nunca
acabaron y las hemos tenido cruentas incluso en el corazón de Europa.
El término
amigo se suele utilizar con demasiada ligereza y cobra una importancia
fundamental cuando hablamos de Pavese. Natalia Ginzburg dijo de él que
detestaba al sabio solitario en el que se había convertido, puede que a su
pesar, pero por otra parte alimentaba rehuyendo las conversaciones en la
Editorial Einaudi con algunas de las personas que le eran más queridas, ante
las que ponía el gesto contrariado de una persona que ya sabía de lo que se le
iba a hablar y no quería malgastar las palabras.
*********
Hace tanto
te siento y no llevo tu nombre
como si fuera mío y pudiera abrigarlo,
tu buzón está lleno
de caricias que mueren
y no saben llegar a la orilla del rostro
que apenas puedo ver y sabe que lo vivo,
el mío está vacío y triste hasta la muerte.
(Queja)
Alguna vez he pensado que Pavese
podría haber sido un personaje mayor que sacara adelante con sus pensamientos y
sus sentimientos una novela de Camus; comprometido, aunque sin aspavientos,
hasta el punto de ser encarcelado y confinado a un lugar donde el aire forjaba
los barrotes e insistir en un mutismo inquebrantable no solo para proteger a la
mujer que amaba siempre sino también a otros compañeros que para él eran unos desconocidos. En realidad, toda su
vida hasta la caída de Musolini estuvo en el alambre sin que cambiara su gesto,
sin insinuar, ni siquiera en voz baja, que fuera un hermoso mártir ni un héroe
revolucionario; sentía pavor ante la violencia física. Cuando acabó la Guerra
se afilió al Partido Comunista y argumentó como motivo principal que para estar ideológicamente al lado de sus amigos, supongo que quería decir sentimental,
solía repetir a lo largo de los años que la política le importaba un bledo.
Es muy
probable que nunca saliera de Italia y en ésta apenas estuvo en unos pocos
lugares, alguna vez forzado a un exilio interior y otra como refugiado que huía
de los horrores de la guerra, entre sus remordimientos más dolorosos estaba el
reconocimiento de su cobardía.
Su desgana
vital no fue como consecuencia de haber vivido intensamente y se llegara a un
punto en el que ya nada puede sorprender, así sería el “Spleen”, más inducido por una
moda que real, de algunos modernistas, sino de no haber sabido vivir nunca.
Ateo convencido, muy a su pesar, tuvo una gran crisis en Serralunga, en donde
se había refugiado durante la guerra, y durante un tiempo leyó los Evangelios y
asistió a los oficios, quizás pensara en la soledad de Cristo cuando predicaba
entre las multitudes o cuando acometía su noche más larga.
mensajero perdido en un intento vano
de retener los ojos
de aquella que me mira
como a un muro indolente que muere sin testigos.
Es preciso estar solo para hablar con la muerte.
Amó, por
encima de todo, a la mujer, y hay quien piensa que nunca olvidó a aquella que
tenía la voz ronca y dulce. Los más tiernos, los que sueñan con el amor eterno,
insisten en ver su huella incluso en sus últimos poemas, escritos al final de
su corta relación con la actriz Constance Dowling. Pienso que no hay razón para
dudar, esos once últimos poemas están consagrados al amor que iba perdiendo,
como siempre, de la actriz estadounidense, lo confirman, no solo las fechas,
sino también las cartas de despedida en las que la llama poéticamente “rostro
de primavera” al igual que en el poema deslumbrante de tristeza en la inquietud
desconcertante de la espera “Los gatos lo sabrán.”
Sorprende
que no hiciera demasiadas menciones a su madre, Consolina, de quien nos ha
quedado la imagen de un muro inabordable y cuya falta de cariño, al menos
aparente, ha sido, con frecuencia, señalado como la causa primera de su
inseguridad y de la angustia de las que no supo librarse a lo largo de su
existencia, y a su hermana, María, con quien compartió los últimos años de su
vida, ella lo cuidaba y vigilaba su frágil estado emocional. De todas formas,
parece ser que hubo una estrecha relación entre los dos hermanos, más allá de
una rutinaria escena familiar entre dos seres que pertenecen a mundos
distintos, queda constancia de cartas en las que le habla de confidencias y
pesares.
*********
Pavese lo
dijo y pienso que estaba en lo cierto; un hombre crea una obra de arte y es
otro hombre quien la juzga. No entenderé nunca que un artista, por muy bueno
que sea, se crea superior a cualquier otro hombre que cumpla con su obligación
por muy humilde que esté considerada socialmente.
*********
Nunca
debemos exigirle al poeta que encuentre la verdad pero sí que la busque. No
debemos lamentarnos más allá de lo aconsejable cada vez que nos equivoquemos,
lo más probable es que nunca dejemos de hacerlo, es la burla que el destino nos
reserva a quienes pensamos. Pero debemos recordar que hay auténticas obras
maestras que se sustentan en un error grave o en un carrusel de equivocaciones de consideración.