Cuando mi guitarra dulcemente llora es la mejor canción que George Harrison compusiera, este título en las cumbres solo se lo puede pelear "Something", y una de las mejores canciones de Los Beatles. Esta es la versión del Anthology 3, creo que Eric Clapton no participa en ella. A mí, particularmente, me gusta más que la que apareció definitivamente en el Älbum blanco ya que la falta de exuberancia musical permite que resalte la voz sincera y melancólica de George, esa que, a veces, pudimos confundir con la de Lennon.
Así voy yo, borracho melancólico, guitarrista lunático, poeta, y pobre hombre en sueños siempre buscando a Dios entre la niebla. (Antonio Machado)
sábado, 21 de octubre de 2017
Los Beatles - Cuando mi guitarra dulcemente llora
Cuando mi guitarra dulcemente llora es la mejor canción que George Harrison compusiera, este título en las cumbres solo se lo puede pelear "Something", y una de las mejores canciones de Los Beatles. Esta es la versión del Anthology 3, creo que Eric Clapton no participa en ella. A mí, particularmente, me gusta más que la que apareció definitivamente en el Älbum blanco ya que la falta de exuberancia musical permite que resalte la voz sincera y melancólica de George, esa que, a veces, pudimos confundir con la de Lennon.
Joaquín Sabina - Como un dolor de muelas
La madurez se alcanza cuando piensas con sinceridad que te
puedes morir el día siguiente. Cuando es verdad sirve de poca ayuda a los otros,
nunca nos creemos las palabras de alguien que va a morir, tampoco las de aquel
que piensa que va a vivir para siempre cuando muera.
Sabina firma las palabras de otro, en este caso las del
subcomandante Marcos, y logra una de los aportes más brillante a su colección
de disparos a bocajarro, a este mundo en el que vivimos que parece enfadado con
la verdad; cuando aparece lleva con frecuencia el desgaste por el paso de los
años de Joaquín y los mordiscos de su deriva quevedesca.
Cuando solo nos
queda la verdad de nuestro pensamiento, ese que nos recuerda que aparecieron otras arrugas
en la frente de nuestros amigos, que nuestro cabello se llenó de sal amarga,
que nuestro corazón dejará de latir sin saber que se habrá hecho de nosotros,
cuando perdemos el miedo de morir porque, como diría Pablo, la vida no vale
nada, y luego sueñas que estás despierto para volver a dormir.
viernes, 20 de octubre de 2017
Joan Manuel Serrat - Casi una mujer
Ella hace el amor como una mujer
pero solloza como una niña.
(Bob Dylan - Just like a woman)
Tuve un gran amor cuando tenía 17 años, ella me traía todos
los días las noticias de los periódicos, me regalaba continuamente libros, le
gustaba que fuera desordenado, que tarareara las canciones de Serrat, que
quisiera ser John Lennon, que no sintiera vergüenza de mi humilde origen, Yo le
pagué haciéndole vivir cada uno de mis infiernos y apenas le dejé mirar las
sombras de mi paraíso, un día la perdí y no he vuelto a encontrarla. Me
pregunto qué pasó con aquel niño malcriado, con aquella niña que me regaló toda
la obra de García Márquez que se había publicado entonces.
Kiko Veneno - Echo de menos
Ya ves, José Antonio, lo solos que nos vamos quedando en tu
ciudad y la mía, sí ya sé que no naciste aquí, pero como decía Max Aub, otro
tipo raro, como tú, como Max Estrella, uno suele ser de donde pasa
el bachillerato, me dirás que no estudiaste aquí el bachillerato, pero en eso
no puedo darte la razón, acabaste tu vida arrinconado en una oscura función dentro
de las batas blancas por dejar demasiadas asignaturas pendientes, amaste Ceuta
en la que reconocías una innegable vocación occidental, una parte indisoluble
de Andalucía. No pudiste saber el palo que nos dio Kiko Veneno, sí,
el que nos emocionaba con "En un mercedes blanco" y "Echo de
menos" ; los españoles negamos lo que nos pertenece y está lleno de
nuestra cultura; evidentemente, con predominio andaluz, pero no falta
representación de cierta importancia de ningún lugar de España, no,
Kiko no es el único catalán que se arranca por bulerías. Esa es nuestra gran
herida, tú que llegaste del Sur, que conociste la poesía, que no hubo tugurio
que no frecuentaras, sabes lo difícil que sienta al corazón que le digan que
eres algo hasta los veinte años y que a partir de ahí le pongan otra etiqueta.
Joaquín Sabina - Que se llama Soledad
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
que ser cobarde no valga la pena.
Ayer un compañero nuestro me llevó a Claudio Rodríguez, no
era la primera vez que lo leía y volví a encontrarme con lo mismo; admiración y
desapego, hay algo que no conecta entre su sensibilidad y la mía, pero siempre
percibí que me encuentro ante un gran poeta, que ya lo era apenas con 19 años.
Sé que a otras muchas personas les habrá ocurrido algo
parecido, los que escribimos poemas siempre estaremos marcados por los poetas
que nos llegan pero podremos ayudarnos de apreciaciones casi objetivas; dominio
del lenguaje poético, léxico, ritmo, pausas, azares constatables... para
reconocer que aunque no nos sintamos a gusto leyéndole nos encontramos ante un
gran poeta, pero entramos de lleno en otros cuya principal virtud para nuestros
ojos es que nos concilia con nuestra condición de hombres. No quiero decir con
ello que Joaquín Sabina no tenga recursos poéticos, ni mucho menos, pero cuando
pase el tiempo, ese dios implacable que pone a cada uno en su sitio, no será su
técnica ni su habilidad con la pluma las que permitan su recuerdo, serán
aquellas sentencias entreveradas, a veces en una canción no muy afortunada y el
alma de lo que decía en apenas dos versos que implicaban su conocimiento de la
naturaleza humana. Joaquín no tiene nada que ver con el Príncipe e intuyo que
se siente dichoso de que así sea, ha sabido atravesar los pasillos sonrientes donde jugaba a ser feliz la criatura de Wilde y quedarse atrapado en el
palacio de las preocupaciones donde el placer y el deseo tantas veces nos roban la sonrisa.
miércoles, 18 de octubre de 2017
Chris Cornell - Imagine
Me
gusta mucho John Lennon, lo tengo ahí con Jacques Brel, con Joaquín
Sabina, con Leonard Cohen, con Bob Dylan, pero nunca me convenció la
canción Imagine, no sabría decir por qué, la escuchaba en la
prolongación, en España diferida y desprovista de los aires
libertarios de San Francisco, de la república igualitaria que
repartía flores, amor y
fraternidad universal.
No era ni siquiera la canción que prefiriera del soberbio álbum al
que daba título, recuerdo la antibelicista "No quiero ser un
soldado", también "Chico celoso" en la que hacía un
duro examen de conciencia y me maravillaba con las canciones que
celebraban el amor, sencillas, puras y con una melodía prístina y
encantadora; ¡Oh, Yoko! y ¡Oh, mi amor" escritas sobre el
estanque nítido de un poema del Darío modernista. Tuvo tiempo de acordarse
de Paul, no para ensalzarle por supuesto, y para relatarnos las
tinieblas de las drogas
cuando se apoderan de
la voluntad de aquel que juega con ellas y acaba convertido en un guiñol.
Apenas
puedo hablar todavía de Chris Cornell, supe quien fue a raíz de la
muerte de su amigo Chester Bennington que había elegido la misma
forma de partir, acorralado por una sensibilidad muy parecida que le
hacía llorar ante la tiranía implacable de Saturno. Me gusta
mucho Chris, sobre todo sus acústicos, los escucho con el
convencimiento de que se dejaba mucho más que la voz en cada
canción; era un poeta.
domingo, 15 de octubre de 2017
Patxi Andión - Si la ves
No le
digas que por las noches siento su piel crecer
abriendo arcones que ya cerré,
sacando versos que
olvidé
en el desván del recuerdo...cuando se fue.
en el desván del recuerdo...cuando se fue.
No le digas que me bebo mi sed
que aún bajo la lluvia se seca mi piel
que aún guardo el pañuelo y el viejo jersey
y la cinta del pelo que yo le compré
Al fin pude ver a Patxi
Andión sobre un escenario, sinceramente creía que era algo que ya no podía
ocurrir, pensaba que se había retirado hacía mucho tiempo sin hacer ruido,
apenas sin hablar. Había media entrada y entre las mujeres que lo conocieron atuendos que nos recordaban vagamente a Diane
Keaton cuando casi vivió una historia de amor, entre los hombres nadie quiso
parecerse a Woody Allen aunque escribiera Manhattan; tenemos demasiados
prejuicios sobre la belleza y la interior no se deja ver cuando nos encontramos en el murmullo de una isla con unos
labios que sonríen, unos cabellos sueltos y una piel que acariciar con los ojos.
Tenía
en mi rostro el recuerdo adolescente de quien nunca lo tuvo; el cantante
madrileño no era un ídolo como lo era John Lennon cuando nos servía en el espejo de
nuestras aspiraciones el halo reivindicativo del “Plastic Ono Band”.
Yo lo
creía perdido, pero estaba allí cantando francamente bien con sus canciones de
toda la vida y con algunas recientes que no desmerecían. Me acordé de aquellos
jóvenes que soñaban y se encaminaban hacia la Transición y, sobre todo, de Rogelio
que llegó a ponernos de acuerdo a los que seguíamos a Los Beatles y a los que
lo hacían con Pink Floyd en el grupito donde aprendí a extraviar ilusiones en aquellos
años. Era un canto a la amistad perdida, esa que nos hacía querer ser
diferentes, no hacer lo que nuestros padres nos enseñaron. Afloraba en nuestros
labios el "no te dejaré nunca, no se me irán estas ideas en la vida,
podrás contar conmigo cuando no nos veamos".
Patxi, con el
paso del tiempo me acabaría recordando a Phil Ochs, sin llegar a los extremos
místicos, militantes y comprometidos hasta en la respiración del genial cantante
estadounidense, representó como él un estilo franco y directo, el mensaje debía
llegar de una forma inmediata. En su haber con respecto al tejano tiene que nunca le volviera la espalda a la canción de amor; la suerte suprema de la poesía.
No
cantó “Si la ves” ni siquiera recuerdo que cantara "Rogelio". No conocí aquella soberbia canción de hombre roto y abandonado hasta el
año 1981 mientras intentaba edificar mi fuente emocional a golpe de canciones que me parecían que ya pertenecían a otro mundo. Al escucharla por primera vez pensé
en Dylan, en Simon y Garfunkel y alguna canción popular de la que apenas recuerdo
la melodía, y sobre todo pensé en Patxi Andión, quizás no escuche “Si la ves”
como antes, no encienda el recuerdo de una pasión perdida, no me evoque el torrente de sensaciones que traspasba una
habitación donde solo había sombras por la mañana y yacía el primer tocadiscos
que tuve en mi vida.
sábado, 14 de octubre de 2017
Tim Buckley - Song to the siren.
Tim Buckley era un buen músico, ensombrecido por el fulgor póstumo de su
hijo Jeff de quien nunca ejerció como padre ya que sería educado por el nuevo
marido de su madre y por ella misma en sus vastos conocimientos musicales. Tim
murió a los 28 daños por sobredosis, su
corta vida fue un constante desafío con las drogas y con el deseo vehemente y
enfermizo por triunfar que le hizo abandonar a su familia y emprender el vuelo
que lo llevó a la muerte. Se movió entre el folk y el pop en el tiempo que
florecía la idea de la conciliación universal y el culto a los recuerdos de lo
que nunca había pasado pero se anhelaba en una reivindicación de lo imposible
por parte de unos jóvenes que se erguían pidiendo la redención de una sociedad
marchita a través del amor y de las canciones y una retirada incondicional de
una guerra tan injusta como todas.
Quizás “Canto a la sirena”, sea su canción más popular, se ha versionado varias veces y
está en la mente de aquellos que miran hacia atrás buscando sensaciones
diferentes. En cierta forma Tim no representaba a su tiempo e intentaba a
través de su voz más que aceptable aunque palidezca comparada con la de su
hijo, y la dulzura de su guitarra, poner
al día a los viejos trovadores con su poesía afectada por un sentimiento
antiguo que luchaba por el milagro de la intemporalidad.
jueves, 12 de octubre de 2017
La pesadilla de Robert Zimmerman - Si la ves dile hola
Nadie es libre. Hasta los pájaros están encadenados al cielo.
(Bob Dylan - traducción: Sara Castelar)
Pensé que mi novia de
siempre se ponía el vestido de la que nunca tuve; su rostro adquiría otro misterio y ya no era mío, ni siquiera era de ella. Es
mi vida tan monótona que pienso en el tren que nunca pude tomar cuando compruebo que las ruedas se torcieron y me siento indefenso ante los
sentimientos descarrilados. Se me vino a las entrañas una canción de Dylan que escuché en 1976 y que
siempre me gustó aunque sea de las consideradas menos brillantes del magistral
y desesperado "Sangre en los caminos". Imaginé que esa mujer que
duerme y sueña a mi lado pudo dejarme alguna vez cuando la adolescencia se
apagaba y volvía a aparecer años más tarde cuando era toda una mujer para perderme, y ya no podía verla ni
acariciarla porque había cambiado de nombre y de acento, ya no quería hablar de
poesía; no volvería a amarme, aunque llorara como un lobo herido que se desangra bajo la luna,
aunque le llevara flores de las que crecen en el sendero azul donde nos besamos
por primera vez. Ahora, que su cuerpo había encontrado las aceras donde se
instalaban sus curvas y su libido, solo podía tocarla con la mirada.
No me hagáis caso, quizás
el trovador más grande de Duluth no supo despertar de una pesadilla en la que
su mujer lo abandonaba. Dylan dejó un trabajo digno de estudio minucioso narrando su desventura en un tono confesional y sombrío que hizo, en un buen número de intentos, que no pudiera grabar las canciones con una cierta ambigüedad, como él anhelaba, que contrastara un ritmo festivo con poemas deprimentes, como él quería y tuviera que dejarlo todo para un último y agónico intento, en el desechó algunas tomas mejores que la definitiva con tal por no quebrarse más la cabeza. Después de muchas vueltas, grabó el disco en apenas unos días. Aquel
tormento lo calmaría el tiempo, como diría Voltaire, pero dejó huellas sangrantes que
encumbraron su penúltima obra maestra, destacando la escalofriante y enérgica “Perdido en la tristeza”. Después de aquella locura, de la que se empeñó en arrancar hasta la última espina del dolor, solo quedaría el deseo, con la luz de una corta reconciliación, y un billete sin vuelta hacia el olvido.
El poeta y el loco participan del mismo delirio y apego a la grandeza de las miserias pero el loco se libra de la soga, muchas veces, por azar o por la consideración que tienen los cuerdos de su propio estado, y el poeta casi siempre arrastra las cadenas del destino que él mismo se ha labrado. ¿Para qué quiere alas quien no sabe volar?
El poeta y el loco participan del mismo delirio y apego a la grandeza de las miserias pero el loco se libra de la soga, muchas veces, por azar o por la consideración que tienen los cuerdos de su propio estado, y el poeta casi siempre arrastra las cadenas del destino que él mismo se ha labrado. ¿Para qué quiere alas quien no sabe volar?
Luis Cernuda - El Sur
En este homenaje a lo perdido no añadí la referencia a
nuestros poetas que murieron lejos de nuestra patria hasta después de haberlo
escrito y sin saber con certeza hasta qué punto se complementaba con el anhelo perseguido, participaba
del mismo exilio interior de quien sabe que no encontrará una patria por mucho
que la busque, que podemos recordar lo que nunca fue en nuestro desasosiego. Esa remenbranza disfrazada en las sombras nos produce dolor y lástima hacia
nosotros mismos; aquellos soñadores equivocados que llegamos a sonreír, en la urna griega del ocaso, a la muerte sin que nadie lo percibiera.
6 de julio de 2014.
El Sur
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
De ligeros paisajes dormidos en el aire,
Con cuerpos a la sombra de ramas como flores
O huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
Y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
Hacia el mar encamina sus deseos amargos
Abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
Su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
De ligeros paisajes dormidos en el aire,
Con cuerpos a la sombra de ramas como flores
O huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
Y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
Hacia el mar encamina sus deseos amargos
Abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
Su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
domingo, 8 de octubre de 2017
Pink Floyd - Otro ladrillo en el muro
Cuando
Roger Waters nos habló de sus traumas y de sus miedos creó una obra que no deja
de crecer con el paso del tiempo; ¿La cara oculta de la luna? ¿Ojalá estuvieras
aquí? Hay quien empieza a rendirse a la complejidad introspectiva e implacable
de un hombre que transita por el mundo de los adultos buscando la redención sin
poder romper las cadenas de una niñez luctuosa en un tiempo de guerra, entonces
mira a su alrededor cuando uno no quiere hablar y apenas puede moverse, es
imposible que pueda franquear el muro aunque lo derriben porque está dentro de
uno mismo, faltaban unos diez años para que lo hicieran y aún nos quema con el
recuerdo de sus sombras.
Hay un
muro que me separa del niño que fui y cada vez que cae me muestra las ruinas de
lo que queda de mí mismo.
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