domingo, 18 de mayo de 2025

El Ventoux


 ¡Cuántas veces te llevé en el recuerdo
de la colina silenciosa!
Siento la soledad de Pavese sin tu luz,
sin tus alas,
la sombra de la noche que muere
en el aullido del puerto,
en esos labios que ya no quieren besarme,
en esa falda abierta en el camino.

Ya no me amas, lo sé y me atormenta,
soy un niño perdido y resquebrajado
que no conoce a nadie,
que llora por las arterias
que miden lo perdido
en la soledad de un poema
soy un verso cansado en el desvelo,
una queja de amor que se resiente
en la hora del dolor que penetra en la sombra,
en el nombre de tu rostro,
una línea que insiste
en las mismas palabras que me hieren,
soy el perro asustado
que se siente abandonado por su dueña,
la soledad del hombre en el olvido,
la agonía de un ciclista en las rampas
del Ventoux implacable y caluroso
que ya no siente tu huella
y vuelve a los escombros
desgajados de mi noche.

¡ Cuántas veces te llevé en el recuerdo
de la colina silenciosa!
¡Cuántas veces te amé sin haberte conocido!
¡Cuántas veces corté aquella flor para ti!

El amor y la muerte sienten la misma rima,
la sed de unos ojos
que ya no quieren mirarme,
el grito del painico atrapado en el lazo,
el llanto apagado en una zarza ardiente,
la muñeca con los brazos de Venus
que busca la soledad de tu vestido,
el tejado sin vuelo,
la marca inmensurable de tu alma dormida,
la sábana cruel de tu venganza,
la llaga procelosa de tu olvido.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.