Ella me habrá olvidado llevándose
en sus alas
la flor de mi recuerdo,
la huella de su piel y su vestido.
No sabrá siquiera de la tristeza
que hace brotar
tanta desesperanza,
tantas notas que se clavan en mis ojos
y me hacen sentir el último tango
como si lo escuchara por primera vez
en cada encuentro
tormentoso con las sombras,
en cada árbol que sufre
su ausencia en el camino.
Ya no siento el calor
verde de este poema,
de esta escena extraviada
que no tiene
otro destino
que el desencuentro
mórbido con la muerte,
la melancolía
de Tom Doniphon ante el amor.
No puedo decir que esperara
su misterio
aunque sea la causa de la tristeza
que me impide ver su rostro
en la oscuridad
de los salones
perdidos en su memoria,
sus brazos de terciopelo azul
en una butaca marcada
para siempre con un gemido
que llega
como una niña de ayer
que aún no sabe expresarse
y llora su incomprensión
ante un mundo que hiere
y no conoce todavía.
No puedo atravesar el aire
que respiramos
entre las caricias y la linterna
que centellean entre el humo
y las cenizas
rasgados por los labios del silencio
que no puede desgajarse
de mi mente,
que me acosa y me derriba.
El ardor se estremecía en una ciudad
que ya no tenía destino
ni dirección
para la remembranza sentida
de un amante desconcertado
que lloraba
la soledad sin tregua de su desierto.
Los carteles proyectados en la nada,
en un muro que no miraba nadie,
parecían presagiar
el dolor afligido
de una calle solitaria
a las cuatro de la tarde
de un verano somnoliento,
arrasado por el calor de las cuestas
que nos hablaban
de las cruces quejumbrosas de un calvario,
de la terribilitá ferviente en los escombros
de un ángel
que se rebela contra la muerte y el olvido,
contra una muchacha de luz
que no supo esperarme
y vuelve a mis orillas
cada vez que me enfrento con la soledad del mar.
Sigo siendo el camino
ResponderEliminarque edificó tu huella,
son tan largos los clavos,
tan frescas las espinas.
Me dijiste que preferías la melancolía de Tom Doniphon al triunfo de Ramson Stoddar. Tomé nota para definir el fracaso en el amor, allí estaba la soledad de unos ojos que se proyectan al vacío, como tu enredadera, como en la esencia de tu poema de amor que, por tu propia culpa, permanece en el olvido. Ya ves, también yo me quedo con Tom, también yo mido lo inmensurable de su herida; el hombre más importante del pueblo está solo, la poeta más destacada de la intimidad no es leída, transita por el camino de la soledad que ha elegido volitivamente, así es, pero déjame hablarte de ti cómo no eras para que pueda mostrarte mi desvarío y mostrarte la herida que has clavado en mi pecho; llorabas por aquel que llevaba mi ropa, te dije, no he podido llevarme por aquella soledad que te llamaba, la de una mujer ante el amor, tuya era esa jarcha que no he podido olvidar nunca.
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