viernes, 23 de mayo de 2025

La soledad de Tom Doniphon ante el amor

 Ella me habrá olvidado llevándose 

en sus alas 

la flor de mi recuerdo, 

la huella de su piel y su vestido.


No sabrá siquiera de la tristeza 

que hace brotar 

tanta desesperanza, 

tantas notas que se clavan en mis ojos

y me hacen sentir el último tango 

como si lo escuchara por primera vez 

en cada encuentro

tormentoso con las sombras,

en cada árbol que sufre 

su ausencia en el camino.


Ya no siento el calor 

verde de este poema,

de esta escena extraviada

que no tiene 

otro destino 

que el desencuentro 

mórbido con la muerte,

la melancolía

de Tom Doniphon ante el amor.

 

No puedo decir que esperara

su misterio

aunque sea la causa de la tristeza 

que me impide ver su rostro 

en la oscuridad 

de los salones 

perdidos en su memoria, 

sus brazos de terciopelo azul

en una butaca marcada  

para siempre con un gemido

que llega

como una niña de ayer

que aún no sabe expresarse

y llora su incomprensión

ante un mundo que hiere 

y no conoce todavía. 


No puedo atravesar el aire 

que respiramos 

entre las caricias y la linterna 

que centellean entre el humo 

y las cenizas

rasgados por los labios del silencio

que no puede desgajarse 

de mi mente, 

que me acosa y me derriba. 


El ardor se estremecía en una ciudad 

que ya no tenía destino

ni dirección 

para la remembranza sentida 

de un amante desconcertado

que lloraba 

la soledad sin tregua de su desierto.

 

Los carteles proyectados en la nada, 

en un muro que no miraba nadie, 

parecían presagiar 

el dolor afligido

de una calle solitaria 

a las cuatro de la tarde 

de un verano somnoliento, 

arrasado por el calor de las cuestas 

que nos hablaban 

de las cruces quejumbrosas de un calvario, 

de la terribilitá ferviente en los escombros 

de un ángel 

que se rebela contra la muerte y el olvido,

contra una muchacha de luz

que no supo esperarme

y vuelve a mis orillas

cada vez que me enfrento con la soledad del mar. 


2 comentarios:

  1. Sigo siendo el camino
    que edificó tu huella,
    son tan largos los clavos,
    tan frescas las espinas.

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  2. Me dijiste que preferías la melancolía de Tom Doniphon al triunfo de Ramson Stoddar. Tomé nota para definir el fracaso en el amor, allí estaba la soledad de unos ojos que se proyectan al vacío, como tu enredadera, como en la esencia de tu poema de amor que, por tu propia culpa, permanece en el olvido. Ya ves, también yo me quedo con Tom, también yo mido lo inmensurable de su herida; el hombre más importante del pueblo está solo, la poeta más destacada de la intimidad no es leída, transita por el camino de la soledad que ha elegido volitivamente, así es, pero déjame hablarte de ti cómo no eras para que pueda mostrarte mi desvarío y mostrarte la herida que has clavado en mi pecho; llorabas por aquel que llevaba mi ropa, te dije, no he podido llevarme por aquella soledad que te llamaba, la de una mujer ante el amor, tuya era esa jarcha que no he podido olvidar nunca.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.