A Morgana de Palacios
Nada ni nadie es la poesía.
(Joan Margarit)
y destroza a pedradas
el castillo de arena y cicatrices
que a diario restauras
en alguna bahía de mi olvido.
(Katy Parra – Coma idílico).
Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la voz cavernosa de Tom Waits
diciendo que sin ti
no existe la primavera,
ni en la mirada que arrancara su latido.
No está en la plegaria que cubrió tus ojos
con la melodía desenfrenada
de Patti Smith
cuando añora,
en medio de un sueño,
la ausencia perdida en el llanto de su madre.
Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la última huella de Jim Morrison
en los versos procelosos
que no escribió en París,
ni en la mirada abstracta
de los fríos calcetines de Pavese,
ni en la voz niña y triste de una violeta enamorada,
ni en los besos que aún permanecen en tu boca,
nada ni nadie sabe dónde está la poesía,
adónde van las palabras que nunca se dijeron
y siguen esparcidas en el aire que abrazas,
adónde los pasos que siempre me conducen
del puerto hacia la niebla
donde brota la herida que nunca acaba,
donde habita tu rostro,
donde espera
el vestido que llevaste en la aurora,
la huella de la cruz de tu mirada,
el miércoles de ceniza que se posó en mi frente.
A Enrique Sanmol
Evitamos el frío con más frío
la intemperie con unos pocos versos.
Si no sabes por qué,
nunca podrás salvarte.
(Enrique Sanmol - Contra el frío)
Nos queda la música de Cohen
cuando se arrastra
y el tren que perdimos sin saberlo.
Quizás sea un sentimental y, por ello,
me emocione lo que al hombre de la calle
quizás le produzca risas,
pero ahí estás tú que insistes
en la inmortalidad efímera de tus mitos.
Ya sabes, en una mano una pistola
y en la otra una rosa,
el estupor tierno de Janis
después de una mamada
con el pelo enmarañado
en las paredes
y un poco de poesía.
Vuelvo a ese adiós que fue y nunca nos dijeron,
a las bragas desgarradas
en la habitación errática del olvido.
(27 de agosto de 2024 (
Evitamos el frío con más frío
la intemperie con unos pocos versos.
Si no sabes por qué,
nunca podrás salvarte.
(Enrique Sanmol - Contra el frío)
Nos queda la música de Cohen
cuando se arrastra
y el tren que perdimos sin saberlo.
Quizás sea un sentimental y, por ello,
me emocione lo que al hombre de la calle
quizás le produzca risas,
pero ahí estás tú que insistes
en la inmortalidad efímera de tus mitos.
Ya sabes, en una mano una pistola
y en la otra una rosa,
el estupor tierno de Janis
después de una mamada
con el pelo enmarañado
en las paredes
y un poco de poesía.
Vuelvo a ese adiós que fue y nunca nos dijeron,
a las bragas desgarradas
en la habitación errática del olvido.
(27 de agosto de 2024 (
Mi querido hermano, gracias por considerarme como tal, lo tuyo es una maravillosa performance en la que te juegas la vida y lo sabes; ya depende de ti hasta dónde quieras llegar, es una ruleta rusa en la que si compras todos los números te toca, si no hay ningún hueco en el tambor...te toca los sesos.
ResponderEliminarYo también conocí a Morgana en Ultraversal, un pequeño tiempo, me cansé y me fui. Tuvimos encuentros lindos y desencuentros, me pareció una persona interesante, algo rígida debido a los adláteres —en estas páginas de poesía, desgraciadamente, pasa con bastante frecuencia, y se repiten las situaciones, con personas que critican justo lo que ellos hacen— que tenía jaleándola; creo que se ahogó en ello. Si hubiera leído tu fantástico poema, quizá hubiera entendido que la poesía está en constante evolución, que no tienen la verdad absoluta, como la vida, estoy seguro que otro gallo le hubiera cantado.
Un abrazo y gracias por volver, estar loco, y compartir tus inquietudes.
Armilo Brotón
Nada ni nadie sabrá de nosotros... Ni de Morgana. Esa es la triste realidad de tanta poesía escrita que sólo a unos pocos interesa.
EliminarTremendo homenaje a la tejedora de sogas (así la conocí yo), al que intento unirme colgando aquí (perdóname el atrevimiento) el que yo escribí a vuelapluma al enterarme de su fallecimiento.
Un fuerte abrazo.
Noticias
https://youtu.be/vz51p5PZuGQ?si=-gDI3xmZyoKz_zKV
(A la Tejedora, in memoriam)
Ella se equivocaba,
pensaba que yo tenía algo que decir.
De eso ya hace más de veinte años.
Entonces sabía muy poco de su luz.
La vida, como nos temíamos, pasó rápido,
aunque nos pareciera siempre comienzo,
cenizas que se reían de la muerte.
Qué quedará después que no sean palabras:
la luz en el fondo, en la entraña
por no haber sabido amar mejor;
también ir cumpliendo más años,
como si así pudiésemos decir
algo que no fuese jugar a ser
vagabundos sobre un mar de niebla.
Aquí nos vimos por primera vez:
las riñas por mis transgresiones,
la complicidad de un mes de septiembre,
de un escaparate outlet, o de un óleo de Klimt
escuchando la música de Knopfler.
Ahora son fantasmas
que brillan en la oscuridad
entre avenidas y mares de bits
que me conducen dentro de la sombra
a la negrura
de no saber el color de tus ojos
y, sin embargo, conocerte
igual que el viento
sabe de los prados y las montañas.
Y yo aquí, con el vello erizado,
en un duelo tan secreto como estéril,
escalofrío solitario de mar profundo.
De noche, calor de verano,
recuerdo aquí, Tejedora,
inútilmente,
algunas palabras que compartimos.
Enrique Sanmol
Te amaba aunque no lo supieras y forjara en la hora del dolor la rémora que ambientara los poemas más triste. Estás en este poema como si fuera vida que nunca se plegara a caer en la larga calle del olvido. Tuyo era todo mi candor y tuyo era el dolor que me atormentaba. No sabrás nunca cómo te he vivido, cómo llegaban a tu puerto los barcos repletos de desesperanza. ¡Cómo hubiera querido vivirte en tu noche más triste y entregarte una plegaria! Navega mi soledad hacia la tuya que permanece anclada en el rumor de los puertos, allí verás que pienso en nuestro amor, que no sé dejar de amarte a pesar de la extensión de la herida.
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