Dios está llorando sobre las calles de Abyla,
esas que se han llenado de noche esta mañana,
no aquellas encendidas al calor de tus besos,
ni aquellas invocadas
en la última agonía de aquélla que recuerdo.
Esta oscura mañana de planetas perdidos
que amenazan mi pecho como una estalagmita
hace que te pronuncie
como estrella que brilla y rastrea emociones
en la noche del alma que no puede abrazarte.
Me han llegado las hojas sin tallo del otoño,
me han dolido los partes de tus viejas ausencias
que ruedan sin consuelo
en el raíl mojado que gime entre la lluvia.
Sigue tu primavera ardiendo en mi memoria,
en el jardín quedaron
nuestros bancos de piedra,
nuestros nombres grabados en el sauce que espera
sin alma ni esperanza de encontrar tu sonrisa.
¡Ay, juventud ligera que se llevó tu blusa
en sueños de poeta perdido en la tristeza!
¡Ay, vestidor del tiempo que me arrancó la falda
que cruzaba las vías hondas de mi deseo!
Y están todos los cielos, y están todas las calles
en el hueco profundo de no encontrar tu huella
borrada por las aguas que el tiempo se ha llevado,
sin rastro de ti misma
que no puede cantar, hundido en el silencio.
Dios sigue llorando sobre las calles de Abyla,
esas que se han llenado de noche esta mañana.
(19/11/1999 - Avenida de África en silencio)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.