sábado, 31 de mayo de 2025

Resaca

 Este poema no es el tuyo e inmortal "Trenes en la niebla", ni siquiera se acerca al justamente celebrado "Guiones inacabados", pero cumple su función de transmitir la muerte de los inmigrantes en el mar, la injusticia que inconscientemente los europeos ceutíes cometíamos con los musulmanes ceutíes, era tal que muchos de ellos fueron apátridas hasta 1987 y escaparon al reparto de viviendas sociales. Parecíamos, por la convicción asumida de la superioridad de nuestra civilización, haber salido del muslo de Júpiter o de la pluma de Rudyard Kipling. Y para terminar el desconcierto de una resaca empapada en alcohol; aún recuerdo a Alberto Sordi, vestido de mujer y gimiendo en la acera cuando la fiesta hubo acabado, preguntándose quién era y qué perseguía en el momento que le dolía la cabeza y no se veía en la responsabilidad del día a día.


Me quedo muy satisfecho con tu rico y didáctico comentario, Rafel.




I

Nubes y gaviotas gritan
bajo el oscuro sol de la mañana.
Tengo que cambiar este signo,
ahora que Dios mira para otro lado,
pensar que no todo se ha perdido
con el último tren de madrugada,
que en algún labio hay una sonrisa
para darme fuerzas,
para volver a algún sitio
después de la marejada.

II

En la lengua el sabor amargo que persiste
y en la cabeza las voces que no acaban,
los reflejos de los vasos que se rompen,
el alcohol derramado por los suelos.

Las farolas encendidas aunque sin luz,
en la primera hora de resaca,
en estas peñas que incitan al suicida,
este mar que recoge los cuerpos que soñaron.

En la falda del Hacho, el cementerio
sigue abriendo oquedades
que serán ocupadas por esquelas,
por nombres y jarrones, por pétalos marchitos.

Y los barcos cruzando el Estrecho,
y las almas vagando en la deriva
de una ciudad que muere en el perfume
que ayer la embadurnaba,
que se abre a un rumbo cierto
de plegaria en otra lengua que no entiende.

Esta ciudad, que fue refugio de Camoens,
en el ocaso de su sangre se debate,
ebria en su fracaso, confundida
por no haber compartido la miel en el pasado,
por no querer escuchar la voz de los que sufren
cuando sólo pedían caricias con los ojos.

Si has de dejarme

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Debes comprender que no he podido librarme
del dolor de tu mirada fija sobre mi cruz,
te perdono porque estaba llena de amor
aunque me duela todavía y lleve tu nombre a cuesta.
(Los dos caminos)

Si has de dejarme
quiero que sea en otoño,
que la lluvia y el viento penetren en mi alcoba,
los eucaliptos lloren quebrados por la noche,
vuelva la soledad a la playa vacía.

Para que no me mueva la luz de tu vestido,
ni el lento respirar que arranqué de tu boca,
quiero que sea la muerte
quien recoja mis sueños y los lleve al ocaso
con el viento que llora.

Quiero que sea en otoño,
quiero que sea en la muerte
donde brote el dolor de cada pensamiento,
que la lluvia y el carmen se queden en mi alma
y que puedas seguir ahondando en mi tristeza.
Última edición por F. Enrique el Sab, 04 Abr 2015 20:03, editado 3 veces en total.
Los besos por escrito no llegan, se los beben los fantasmas por el camino.
(Franz Kafka)


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viernes, 30 de mayo de 2025

Días de cine

 Ahora, por vuestra culpa, los ojos de mi niña

enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.

(Catulo – Carmen III – Tr.: F.E. León)


Ya no podrás volver a la arena mojada
de luna sin recuerdo,
a las barcas cansadas que muerden otra orilla,
a las redes tendidas que no esperan tu paso,
al barrio ceniciento que muestra sus ruinas.

Ya no podrás volver a la escena que muere
con el dulce candor
de un beso primigenio,
al corazón sin huella que buscaba tu mano
y sigue caminando por la senda perdida
de tu primer poema,
de tu alma constante
ahora que la llama oscurece en el patio
y la música vaga por otra melodía.

El pajarillo gris que anida en otro sueño
se precipita al Orco del que nadie regresa
ahora que sin tregua enrojece tu alma
por un amor herido,
por un carmen inmenso que no encuentra tus labios

domingo, 25 de mayo de 2025

Carta abierta a Rafel

                                                        Y tú lees tu Emily Dickinson

y yo mi Robert Frost,
y señalamos nuestro sitio
en la cinta del libro
para medir lo que hemos perdido.

Como un poema mal escrito
somos versos sin rima,
estrofas sin ritmo
con un compás entrecortado.
(Paul Simon)




Nunca tuve fe en este poema, Rafel,
así, todo lo que me llega hablando sobre él
es un regalo añadido,
una gota que se yergue en el ruido del mar
que nos separa y nos une
como si fuera la poesía que perseguimos
por caminos diferentes y alejados.

En esto me veo cada vez que lo leo
y pienso que añadiría esto que me conforta,
que suprimiría aquello que me hiere,
que me pierdo en el milagro de una sonrisa triste,
que vuelvo al surrealismo que impregna mi palabra
con el romanticismo intemporal
adueñándose de todo aquello
que a todos nos pertenece y se mantiene en el aire;
hay en mi corazón furias y penas
cuando me siento embargado
por un verso de Quevedo.

Tengo asumido que no tendré jamás la lucidez
de José Emilio Pacheco.
Él tenía por cierto que lo que salía de su pluma
sería comentado,
escrito en las paredes impasibles del metro,
que sus sentimientos pertenecerían
a aquellos transeúntes sin destino
que lo necesitaran
como yo en este día de sol
que tirita apagado
como yo en una estrofa de Paul Simon,
como una huella errante sin dueño.

Sé muy bien que la oscuridad de mi palabra
no se enciende en la avenida
que hay entre el olvido y yo
como un pensamiento irreflexivo de Dylan
o la voz cavernosa y deprimida de Cohen
en la elegancia de una sábana desgarrada.
Pero merece la pena intentarlo, en esa lucha
siempre hay alguna caricia que queda
y se rebela contra los vestigios
que permanecen en los labios ajados del silencio.

Ya no tengo la calma para medir
un poema de amor;
volvamos a la calle de la ausencia,
a ese momento que rompe la soledad
de los poetas polvorientos en el exilio de las calles
que nos siguen acompañando
cuando descubrimos
algún misterio en la palabra siempre,
cuando tenemos por cierta la belleza
que subsiste en el cuidado de un Garcilaso ausente,
en la eternidad que brota en la mirada fugitiva
de aquella que nos mueve en el recuerdo
aun cuando perdemos fuelle en la soledad
que conserva el milagro
del primer verso de cada poema,
ese que nos entregan los dioses
y muere en el secreto de la audiencia
en los pies del teatro de los sueños.

No sé decirte nada más,
como los álamos tiemblo
en los lugares donde solía jugar.

II
Mi abuelo decía - El último tren de Tetuán



Para qué quiero salir a la calle si tengo el sol en la terraza desde donde veo el primer espigón que me trae el recuerdo de la tarde más triste; las rocas cortaron la cuerda que nos unía, a pesar de que me comías a besos y que me amaste cuando no me querías. Desde el espigón, a lo alto, mirábamos el túnel que viera pasar el tren de Tetuán en el taró que retaba al sol árido de agosto y vio la última guerra. A pesar de que la corrupción arrasaba a burócratas y militares, estudios minuciosos de las cuentas lo delatan, los tetuaníes guardan un recuerdo místico, sincero en su paternalismo desmesurado, de los españoles, quizás fuera porque estos carecían del orgullo de pertenecer a una civilización superior de los franceses que se quedaron con la parte más grande, culta y pacífica del Protectorado. Aunque también hubieron que vérselas con Abdelkrim y sus rifeños sanguinarios, en la toma de Fez.

Mis abuelos fueron a Tetuán en su viaje de novios, él, casi con toda seguridad, visitaría el cementerio judío y rezaría en la memoria de sus mayores, sus apellidos; Barrionuevo Toledo le delatan, sus abuelos quizás eran sefarditas, llegué a conocer a mi bisabuela que parió 16 hijos y estaba prematuramente envejecida, era católica, ella se dejaría llevar, quería que así fuera. Entonces sería antigua y casi culta, conocía todas las canciones populares y todo los refranes, lejos de la amargura para siempre que 33 años después le dejaría la muerte de su hijo pequeño que no tenía más que 18 años, el amor perdió a su mensajero que trabajaba en una de las tiendas de comestibles del barrio.

Mi abuelo decía que lo más grande era ser español como Ricardo Zamora y después ser de Abyla y católico, aunque solo iba a los bautizos y a las misas de difunto, y el 16 de junio a la procesión de la Virgen del Carmen, ya que era contraguía en la procesión de la patrona de los pescadores, aunque no se embarcaba, temía a la mar aunque vivía de ella; compraba el costo, en el que no faltaban el café, la leche y las galletas, y lo llevaba a varios barcos que le obsequiaban con media parte.

Mi abuelo amaba el fútbol, en un principio era del Atlético de Tetuán, no dejaba de narrar sus hazañas, con los ojos llorosos y encendidos, del año que estuvo en la primera división española, después fue del Atlético de Ceuta a muerte y, al final de su vida de la Agrupación Deportiva, en un proyecto ilusionante en que era el bardo que cantaba; un equipo de tercera, con plantilla de segunda y juego de primera, aquel hombre bueno, manso y culto dominado por el carácter amargo de su mujer, se convertía en el hincha más fervoroso del Ceuta, del que era empleado, llevando café en el descanso y alguna pomada al final del partido para aliviar los dolores que provocaban las patadas. Mi abuelo será feliz porque su querida Agrupación ha vuelto a subir a segunda después de una presencia efímera en ella hace 45 años.

Mi abuelo decía que no había naufragio como el del 12 de diciembre de 1948, hasta entonces era panadero y empezó a tener un miedo patológico a la mar, ese mismo mar al que consagró su vida desde entonces.
Vieja estación






Ahora sufro en los lugares donde solía jugar.
(Leonard Cohen - Variación F. E. León)

Vientos de soledad en la mañana
y en el andén espera
la sombra del amor que acaso fuiste,
se me escapó tu huella en el espejo
y no te reconozco,
y no sé cómo hablarte.

Como si fueras otra me recuerdas
al silencio que canta
en los versos que pierden la cadencia
cuando emergen del alma desprendidos
por un tibio calor que ya no sienten.

En la vieja estación rota y vacía
que no tiene cuadrantes de destinos
he pasado la tarde
con los bancos gastados
y un reloj sin agujas que se duerme
en el rumor del tren que nunca pasa,
en los besos errantes
que perdieron el norte en el camino
y forjaron la nube de tu ausencia.

Aranjuez está lejos,
los trigales se visten de verano
y los ecos torcidos se derraman
en un torpe cuaderno
que no arrastra mi nombre por tus venas,
que no arrebata un lazo en tus esquinas.

En el rincón de sombras impregnado
por la grave caricia de tu rostro,
por la larga madeja sin memoria
de los recuerdos quietos que se mueven
está mi corazón llorando triste,
pensando en los senderos perseguidos
que arrastrarán los nombres
de los bellos amantes desolados
que algún día tuvieron
la sonrisa despierta de la aurora,
la mirada de luz que yo he perdido.

sábado, 24 de mayo de 2025

Plegaria

 A Morgana de Palacios


Nada ni nadie es la poesía.
(Joan Margarit)

y destroza a pedradas
el castillo de arena y cicatrices
que a diario restauras
en alguna bahía de mi olvido.
(Katy Parra – Coma idílico).




Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la voz cavernosa de Tom Waits
diciendo que sin ti
no existe la primavera,
ni en la mirada que arrancara su latido.

No está en la plegaria que cubrió tus ojos
con la melodía desenfrenada
de Patti Smith
cuando añora,
en medio de un sueño,
la ausencia perdida en el llanto de su madre.



Nada ni nadie sabe dónde duerme el olvido,
ni en la última huella de Jim Morrison
en los versos procelosos
que no escribió en París,
ni en la mirada abstracta
de los fríos calcetines de Pavese,
ni en la voz niña y triste de una violeta enamorada,
ni en los besos que aún permanecen en tu boca,
nada ni nadie sabe dónde está la poesía,
adónde van las palabras que nunca se dijeron
y siguen esparcidas en el aire que abrazas,
adónde los pasos que siempre me conducen
del puerto hacia la niebla
donde brota la herida que nunca acaba,
donde habita tu rostro,
donde espera
el vestido que llevaste en la aurora,
la huella de la cruz de tu mirada,
el miércoles de ceniza que se posó en mi frente.


A Enrique Sanmol

Evitamos el frío con más frío
la intemperie con unos pocos versos.
Si no sabes por qué,
nunca podrás salvarte.
(Enrique Sanmol - Contra el frío)



Nos queda la música de Cohen
cuando se arrastra
y el tren que perdimos sin saberlo.

Quizás sea un sentimental y, por ello,
me emocione lo que al hombre de la calle
quizás le produzca risas,
pero ahí estás tú que insistes
en la inmortalidad efímera de tus mitos.
Ya sabes, en una mano una pistola
y en la otra una rosa,
el estupor tierno de Janis
después de una mamada
con el pelo enmarañado
en las paredes
y un poco de poesía.

Vuelvo a ese adiós que fue y nunca nos dijeron,
a las bragas desgarradas
en la habitación errática del olvido.

(27 de agosto de 2024 (

viernes, 23 de mayo de 2025

La soledad de Tom Doniphon ante el amor

 Ella me habrá olvidado llevándose 

en sus alas 

la flor de mi recuerdo, 

la huella de su piel y su vestido.


No sabrá siquiera de la tristeza 

que hace brotar 

tanta desesperanza, 

tantas notas que se clavan en mis ojos

y me hacen sentir el último tango 

como si lo escuchara por primera vez 

en cada encuentro

tormentoso con las sombras,

en cada árbol que sufre 

su ausencia en el camino.


Ya no siento el calor 

verde de este poema,

de esta escena extraviada

que no tiene 

otro destino 

que el desencuentro 

mórbido con la muerte,

la melancolía

de Tom Doniphon ante el amor.

 

No puedo decir que esperara

su misterio

aunque sea la causa de la tristeza 

que me impide ver su rostro 

en la oscuridad 

de los salones 

perdidos en su memoria, 

sus brazos de terciopelo azul

en una butaca marcada  

para siempre con un gemido

que llega

como una niña de ayer

que aún no sabe expresarse

y llora su incomprensión

ante un mundo que hiere 

y no conoce todavía. 


No puedo atravesar el aire 

que respiramos 

entre las caricias y la linterna 

que centellean entre el humo 

y las cenizas

rasgados por los labios del silencio

que no puede desgajarse 

de mi mente, 

que me acosa y me derriba. 


El ardor se estremecía en una ciudad 

que ya no tenía destino

ni dirección 

para la remembranza sentida 

de un amante desconcertado

que lloraba 

la soledad sin tregua de su desierto.

 

Los carteles proyectados en la nada, 

en un muro que no miraba nadie, 

parecían presagiar 

el dolor afligido

de una calle solitaria 

a las cuatro de la tarde 

de un verano somnoliento, 

arrasado por el calor de las cuestas 

que nos hablaban 

de las cruces quejumbrosas de un calvario, 

de la terribilitá ferviente en los escombros 

de un ángel 

que se rebela contra la muerte y el olvido,

contra una muchacha de luz

que no supo esperarme

y vuelve a mis orillas

cada vez que me enfrento con la soledad del mar. 


domingo, 18 de mayo de 2025

El Ventoux


 ¡Cuántas veces te llevé en el recuerdo
de la colina silenciosa!
Siento la soledad de Pavese sin tu luz,
sin tus alas,
la sombra de la noche que muere
en el aullido del puerto,
en esos labios que ya no quieren besarme,
en esa falda abierta en el camino.

Ya no me amas, lo sé y me atormenta,
soy un niño perdido y resquebrajado
que no conoce a nadie,
que llora por las arterias
que miden lo perdido
en la soledad de un poema
soy un verso cansado en el desvelo,
una queja de amor que se resiente
en la hora del dolor que penetra en la sombra,
en el nombre de tu rostro,
una línea que insiste
en las mismas palabras que me hieren,
soy el perro asustado
que se siente abandonado por su dueña,
la soledad del hombre en el olvido,
la agonía de un ciclista en las rampas
del Ventoux implacable y caluroso
que ya no siente tu huella
y vuelve a los escombros
desgajados de mi noche.

¡ Cuántas veces te llevé en el recuerdo
de la colina silenciosa!
¡Cuántas veces te amé sin haberte conocido!
¡Cuántas veces corté aquella flor para ti!

El amor y la muerte sienten la misma rima,
la sed de unos ojos
que ya no quieren mirarme,
el grito del painico atrapado en el lazo,
el llanto apagado en una zarza ardiente,
la muñeca con los brazos de Venus
que busca la soledad de tu vestido,
el tejado sin vuelo,
la marca inmensurable de tu alma dormida,
la sábana cruel de tu venganza,
la llaga procelosa de tu olvido.