El cielo estaba nervioso
susurrando en tu ventana,
en un pañuelo de nardos
tus ojos verdes penaban
por un amor imposible
que tu pecho deshojaba.
Preguntaste a las estrellas
fundidas en grises ramas,
con un sentimiento estéril
que la sombra acorralaba.
"¿Por qué guardáis la amargura
de un cruel dolor en mi espalda?
¿Por qué suspiro en la noche
que su olvido me dejara
en un callejón sin luz,
en un muro sin ventanas
que se llevase mis sueños
y no me los retornara?
¿Por qué canto en la tristeza?
¿Por qué sufro en la mañana?
¿Por qué llevo las heridas
de la muerte en la mirada?"
El cielo no respondía,
su brillo no suspiraba,
en las cadenas oscuras
arden quietas las palabras.