con un verso extraviado que no tiene un poeta
que sienta tu latido en la espesura
y se enfrente a la noche más larga de tu ausencia,
al pétalo enclavado en tu bosque de sueños.
(26 de marzo de 2019)
Tu olvido junto a la verja
va la luna derramando
desde una memoria ardiente
mi alma la está mirando
y le pregunta por ti,
por la estela de tu llanto.
Soledad por las espigas,
por jarrones olvidados,
por el puente de los besos,
por los lirios, por las manos.
¿Quién vendrá por el romero?
¿Por el arroyo de mármol?
¿Quién vendrá con el aroma
que me dejaste en los labios?
Ya no te puedo tener
y la campana en lo alto
lleva presencia de muerte
en los requiebros de antaño.
Sigue la corriente sola.
El lamento de los pájaros
sigue vagando en la higuera
entre la herida y el barro.
Vuelven, Georgia, los recuerdos y
eres esa muchacha retraída
que se yergue en los escaparates y deja el perfume de las flores del silencio,]
que me busca en un barrio sin futuro que muere en la agonía de la tarde]
y conserva tu nombre para afrontar el olvido
ahora que comprendo que tú eres toda mi vida,
que lloro hasta las sombras que no arrastraste a este momento,
que hay otras farolas, otras marquesinas
y otro amante que espera
en la calle perdida que encontró nuestros besos,
que la vida se escapa en la laja remota que no verá más el mar,
que otros pájaros llenan el cielo que miramos
y se aleja de nosotros que amamos con candor y con ternura el vuelo.]
me subo a tu coche, me llaman calle de malegría, calle dolida,
calle cansada de tanto amar.
(Manu Chao)
La vigilia asomaba al callejón de los huecos y tú aparecías al mundo de los tristes con tu rebeca abierta al frío de febrero, ¿Por qué tanto castigo, tanta inseguridad? Tus amigos no estaban, o amigos no tenías. Tus amantes querían el calor de otro sueño, suena el acordeón, sigue la misma lluvia.
Y tú
¿qué será de tu bolso, de tu falda, de tu rimmelcorrido, de tu melancolía, de tu acento de trapo que destroza mi lengua, de lo que llaman vida y escapa en un sollozo?
Quieres sentir tu noche, no saber que te llamas
Erica, Paula, nadie, que duermes cuando rugen los soles en las frentes.
Vives para el recuerdo de lo que deseabas, aquí, en el país de los grandes poetas, nadie recita un verso sabiendo quien dejaba el alma en cada nota, y quien por disfrazarse retenía tu oído en la escollera.
Era lo imprescindible aquello que nos falta; cantemos la belleza de tus piernas mojadas por la lluvia que llora en un corral de sordos que escuchan tus latidos, navegan por tu pecho de un blanco adolescente, en un puerto sin clase, sin gusto, sin criterio que encalló en los escombros, cantemos al amor que queda en tu sonrisa.
Y nunca me preguntes que sentí aquella noche cuando bajo la lluvia llorando me alejaba.
Una mujer con sombrero, como un cuadro del viejo Chagall, corrompiéndose al centro del miedo y yo, que no soy bueno, me puse a llorar. (Silvio Rodríguez - Óleo de mujer con sombrero) Llega un rumor de silencio que se abraza a tu
figura
cuando pasa el último autobús de
la frontera
y sostengo en la memoria el misterio del
olivo silvestre
en tu mirada,
en un espejo asustado los muelles que se alejan entre la bruma de un grito que se hunde en el asfalto.
Te amo en este rincón de la
ciudad que duerme y aprisiona los sueños perdidos
de antaño
que serían distintos sin tu
huella en los cristales; no hablaría de los
faros la garganta
con la marca estridente de su
canto en las tejas,
no hallaríamos las portadas
escondidas
en la oquedad cargada por la
inercia de los lunes cenicientos sin
papeles y sin recuerdo,
te acosaría el alma de una
sonrisa que no supo esperarte
en la herrumbre que llora la sed
de las cancelas desencajadas en los bosques de
ladrillo, escritas por la nostalgia de tus manos ardientes en el
suelo.
Vago en la quietud atormentada de los muros encalados que suben la implacable costana
de Ribalta
y en el temblor errante de las luces encalladas que rezan
en los umbrales de la última puerta que se abre
en el olvido,
en ese momento que has llenado de
estrellas furtivas
como un
pierrot desmaquillado
que se abraza a la cola que
tiembla en otra luna
para encontrar tu destello en la noche del índigo que hunde su soledad en un canto oscuro
para llevar tu timidez antigua a
un rincón de los lienzos que esbozan un corazón amortajado
en una cometa inocente y
desnortada
que nunca llega a alcanzar el
lugar alto en donde sueñas,
aun así te persigo en las agujas
sin brújula que se pierden en el marco del
óleo que tú amabas,
te abrazo en el rumor que
desgarra el clamor de tu vestido
entre las sombras de los gatos
que resisten en los colchones y en las sillas