Sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.
(No hablaré de poesía)
Cuando
llega la sombra a tu rostro de cera
tus
manos se retiran torpes a tu cuaderno
donde
dejaste hundida
la
palabra
borrosa de un encanto
que
desconcierta el ritmo de los ramajes huecos
donde
van los acordes
de
la alcoba sin llave que yace en la floresta
donde
tiembla la
niña que llora en el recuerdo
con
tu
sonrisa
oscura y pensativa.
La
libertad enhebra sin saber las razones
el
velo luminoso de una herida
que
grita en tu mirada
con
un himno que cierra las ansias de tu vuelo,
con
banderas hundidas que devoran el mástil,
los
lienzos, los perfiles y los acantilados
del
bardo miserable
marcado
por los labios que abren una gacela.
El amante que esboza tu olvido en una sábana
esparce
los fragmentos sentidos de tu angustia
por
el Bosque de Brent
con la vida y el sueño que no dejaron
huella,
con
el verbo asustado
que ha perdido tu
nombre
y
penetra en la brisa amarga de los puertos
cuando
vuelven las barcas que nunca llegarán,
que
plegaron las lonas que surcan el pasado
y
el lazo de tu blusa dormido
en la escollera
de
los puentes perdidos y encallados
en
la caricia blanca de los parques de ayer
donde
yacen los lirios que llevaron tu firma
y
cubren los carteles
los
poemas que sufren el
canto de las fuentes,
la
inmensidad del mar que cabe en una lágrima.
Es
cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde
cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
en la mirada oscura que
mueve tu recuerdo,
en la alcoba que tiembla la
cortina adornada
con un verso de amor que se
enfrenta a la muerte.
Cubre la libertad las alas
de tu herida,
el velo de una lágrima
con
un himno callado que destierra
las velas de tu vuelo
con banderas perdidas que
devoran el mástil,
los lienzos y el retrato
del pintor miserable
marcado por los labios que
muerden una estrofa
en los acantilados,
del poeta que muestra tu
rostro en una sábana
al despertar del sueño que
nunca tuvo pulso
con un aullido seco, un
llanto desgarrado
que ya no tiene rima
ni conoce la brisa amarga
de los puertos
cuando vuelven los barcos
que surcan el pasado
y nunca llegarán
al lazo de tu blusa tendido
en la escollera,
a los puentes derruidos de
tus brazos,
a las caricias ciegas y a
los parques
donde yacen los lirios que
llevaban tu nombre,
la
palabra que llora la herida de los besos,
la inmensidad del mar que
cabe en una lágrima.
No volverás
Y durante un instante, en su rumor,
regresa el sonido del primer poema
de una vida
como una música lejana que se apaga en la noche.
(Constantino Cavafis - Voces - Versión: F.E. León)
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Es cierto que no vuelve lo que nunca pasó
y siempre se hace tarde cuando el alma se agrieta
y se va la esperanza
como una mariposa que atraviesa las nubes
y empapa la tristeza de su vientre
en la presencia oscura que guarda los rescoldos
de un deseo ferviente que resiste en la sangre.
No volverás, lo sé, pero te espero al alba
con la flor en los labios
de la mirada quieta en la eterna sonrisa
de una estrella fugaz
que caerá en tu olvido cuando hierva el recuerdo.