Solo puedo acercarme a ti para volver al silencio
y decirte
que eres la dirección de las flores de la tristeza,
que ya no puedes volver hacia una sonrisa
y encontrarte tu paso seguro y valiente
en donde lo dejaste,
en donde lo dejaste,
que tu maleta encalló en los mares del olvido,
que tus notas ya se pierden en otra melodía.
Ahora eres un poema cubierto por las hojas,
una vida apagada
que fluye en los andenes de los pasajes oscuros
en un llanto desesperado
que ha perdido la llama abierta de los puertos
donde aún tiembla una herida
cuando cae tu voz en los dominios de la noche.
Aún sostengo tu acento hirviendo en la memoria
profunda y transparente
del fraseo que hiere en cada quiebro afligido
y siempre te he buscado en el suelo de los parques,
en el rincón de los rastrojos
que juntos recorrimos con el alma estremecida,
con la palabra que aún vibra en la escena que muere
con la lágrima que tiembla
con la lágrima que tiembla
tierna entre tus labios.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.