He inundado con
hojas las puertas del recuerdo,
caminado
en la esquina
que salta el burladero con un verso de muerte
para
poder sentir la llama de tu boca,
el
espejo en tus hombros, el brillo en tu mirada,
y
no puedo encontrar
la calle de tu sombra, la nube que me hiere
vestida de
algodón
mientras los sueños hondos nos alejan
y agoniza tu barca en otros
varaderos.
Ya no puedo
mirar recogida en el aire
la blusa que
llevaste en un beso cautivo,
la cruz de tu
silencio y tu huella en la mar,
y no siento tu
rostro
embriagado en
los días de las fechas sin nombre,
perdido
en la marea de los vientos cambiantes.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.