domingo, 6 de enero de 2019

Los tordos (Borrador 7enero)

Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio de los montes
cuando ya no me quieras y busques mi silencio.

Te asaltarán las lágrimas heridas de la tarde
con la promesa verde guardada en el olvido,
en los ojos velados que surcan la mezquita
cruzando los Rosales temblorosos
que no miran la infancia que retoza en los charcos,
duerme en la madriguera de los muros
y vibra en el arroyo que agoniza en las cañas,
que yace en el destino de los tiempos que muerden,
en el patio sagrado de una niña que llora.

Y tu falda vestida de azucena,
cincelando en el aire la huella de mi frente,
despierta en la mirada milagrosa,
de tu sonrisa fresca,
en tu corona silente, intacta y afligida
que no vuelve al colegio rodeado de sauces 
ni a la cuesta del Gallo 
que sufre la amargura de un profeta callado
en los labios que esperan el soplo de la muerte.

Cantaba siempre bien aunque fuera bajo el sol que intimida a los artistas, o más bien bajo las nubes, vamos a admitir que el alcohol pudo con ella algunas veces, siendo la más sonada la de su cita maldita con Belgrado. Aprendió a esa edad en que uno no sabe que está aprendiendo lo que hace que se afronte las dificultades con una envidiable naturalidad. Desconozco si pensaba en Billie Holiday cuando hablaba de la muerte predestinada de cada amor pero tenía importantes paralelismos con ella, algunos además escalofriantes entre drogas y hombres desalmados. 

Estamos en un tiempo en el que los ayeres son siempre muy lejanos, ya lo advirtió Jim Morrison, atrapado para siempre en la bruma de París; "Los americanos no miramos el pasado". Amy Winehouse murió ayer y eso es mucho tiempo.



Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio de los montes
cuando ya no me quieras y olvides el silencio
que siempre te ha llamado.

Te asaltarán las lágrimas vencidas de la tarde
con la promesa verde guardada en un espejo
con los ojos velados
que surcan la mezquita colgada en la luna
y cruzan los Rosales temblorosos
que no miran la infancia que retoza en los charcos,
duerme en la madriguera de los muros,
en la cárcel del alma
vibrando en el arroyo que agoniza en las cañas
 y muere en el destino de los tiempos que pasan
en el patio sagrado de una niña que tiembla.

Y tu falda vestida de azucena,
cincelando en el aire la huella de mi frente,
despierta en tu mirada,
en tu sonrisa fresca, intacta y afligida
que no vuelve al colegio rodeado de sauces, 
a la cuesta del Morro que mantiene tu aroma,
tu tristeza que apoya la cintura
en un mito que canta en un valle sombrío
donde sienten los labios el soplo de la muerte.


Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio de los montes
cuando ya no me quieras y olvides el silencio
que siempre te ha llamado.

Te asaltarán las lágrimas vencidas de la alcoba
con la promesa verde guardada en un espejo
con los ojos velados
que surcan la mezquita acodada en la luna
y cruzan los Rosales temblorosos
que no miran la infancia que retoza en los charcos,
duerme en la madriguera de los muros,
en la cárcel que reza
vibrando en el arroyo que agoniza en las cañas
 y muere en el destino de los tiempos,
en el patio sagrado de una niña que tiembla.

Y tu falda vestida de azucena,
cincelando en el aire la huella de mi frente,
despierta en tu mirada,
en tu sonrisa fresca, intacta y afligida
que no vuelve al colegio rodeado de sauces
y cruces en la frente, 
a la cuesta del Morro que mantiene el aroma
de los cines desiertos, de las rosas caídas.

Te llamará el lamento de los tordos oscuros,
tu tristeza que apoya la luz de tu cintura
en un mito que canta en un valle sombrío
donde vagan sin nombre
los árboles de piedra que perdieron sus ramas,
donde sienten los labios el soplo de la muerte.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.