jueves, 17 de enero de 2019

Contra las cuerdas



Ya no puedo tener 
la luz de tus columnas, las ansias de vivir
en tu grácil desvelo,
la magia de tus piernas entre mis manos,
el dulzor de sentir tu túnica caída,
tu procelosa voz llamando a mi ventana. 

No puedo desmembrar el mástil de los lirios
que velan el milagro fervoroso del Puente
donde mustio padece el Cristo de la herida
que ve partir el barco que no vuelve a la mar.

Regresa a tu retrato la llama del pasado,

la sangre de la rosa 
que recogió tu risa en las calles dolientes
de las Puertas del Campo,
en el levante airado que azota los recuerdos,
en la tierra del dique que aprisionó tu huella
y el golpe malogrado de un perdedor perdido.

Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que hiela mi memoria,
en la luna una lágrima, 
la llaga de la luz que hierve en tus tinieblas.

Tu mirada que sueña en un árbol caído,

en la yedra que cubre la Escuela de Comercio
va subiendo la cuesta de las hojas
y no quiere enterrar el vuelo de sus rampas.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.