lunes, 21 de enero de 2019

Los tordos *** 7 de junio

Una cosa es renacer
y otra vivir con la muerte
para no quererla ver.
(Emilio Prados - Soledad)

Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio pálido de los montes
cuando ya no me quieras 
y olvides el silencio que siempre te ha llamado.

Te asaltarán las lágrimas vencidas de la alcoba,
de los retratos graves y las estrías sordas
de los muelles brumosos que vieron tu vestido,
dormirá en los escombros de los Palos siniestros
una promesa verde 
guardada en un pañuelo con los ojos velados
que surquen la mezquita recostada en la luna
que cruza los Rosales temblorosos
y no mira la infancia que retoza en las charcos,
en el arroyo negro,
duerme en la madriguera de los muros,
en la cárcel que eleva una plegaria
que atraviesa las nubes
y vibra en el recuerdo que vuela en tu tejado, 
desata tus quimeras 
canta en los ventanales cerrados de las sombras,
  se ajusta tu jersey y agoniza en las cañas.

2

Te buscará la huella 
que cruza la palabra que tuviste en las manos
y se adueña del aire
que muere en el destino de los pobres
y no pierde su aurora como un jardín sombrío
que espera un claro día
en el patio sagrado de una ninfa afligida
con el rostro exiliado en los labios de sangre.

Veo pasar el vals que perdió sus anhelos

en tu falda teñida de lúbrica azucena
y mortifica el aire, la huella de mi olvido,
despierta en tu mirada,
en tu sonrisa fresca, intacta y dolorida
que no vuelve a la escuela rodeada de sauces,
de clavos en las manos, 
en la cuesta del Morro que mantiene tu aliento
de los cines tardíos que conservan tu aroma
y alumbran tu linterna
en los escaparates, en las rosas tempranas
que avivan los portales claros que conocimos.

Llevamos en las venas la cruz de una mirada,
las calles de Hadú que lloran tu alegría.
3Te llamará la calle de tu primera huella,
la tristeza que quiebra 
la luz de tu cintura en el mito que llora  
en el poso sombrío donde vagan penando
los árboles de piedra que guardan tu secreto
 en versos olvidados que perdieron las ramas
donde añoran los ojos
 un amor que no encuentra el requiebro ni el ritmo
de la copla que gime por la noche
ni el mar de los espejos que siempre te aguardaba
y en tu memoria siente la herida de la luna, 
 el soplo de la vida que muere en tus cristales.


jueves, 17 de enero de 2019

Contra las cuerdas



Ya no puedo tener 
la luz de tus columnas, las ansias de vivir
en tu grácil desvelo,
la magia de tus piernas entre mis manos,
el dulzor de sentir tu túnica caída,
tu procelosa voz llamando a mi ventana. 

No puedo desmembrar el mástil de los lirios
que velan el milagro fervoroso del Puente
donde mustio padece el Cristo de la herida
que ve partir el barco que no vuelve a la mar.

Regresa a tu retrato la llama del pasado,

la sangre de la rosa 
que recogió tu risa en las calles dolientes
de las Puertas del Campo,
en el levante airado que azota los recuerdos,
en la tierra del dique que aprisionó tu huella
y el golpe malogrado de un perdedor perdido.

Los labios de un destino que nos tiende emboscadas
no saben desterrar
la llama del olvido que hiela mi memoria,
en la luna una lágrima, 
la llaga de la luz que hierve en tus tinieblas.

Tu mirada que sueña en un árbol caído,

en la yedra que cubre la Escuela de Comercio
va subiendo la cuesta de las hojas
y no quiere enterrar el vuelo de sus rampas.

domingo, 6 de enero de 2019

Los tordos (Borrador 7enero)

Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio de los montes
cuando ya no me quieras y busques mi silencio.

Te asaltarán las lágrimas heridas de la tarde
con la promesa verde guardada en el olvido,
en los ojos velados que surcan la mezquita
cruzando los Rosales temblorosos
que no miran la infancia que retoza en los charcos,
duerme en la madriguera de los muros
y vibra en el arroyo que agoniza en las cañas,
que yace en el destino de los tiempos que muerden,
en el patio sagrado de una niña que llora.

Y tu falda vestida de azucena,
cincelando en el aire la huella de mi frente,
despierta en la mirada milagrosa,
de tu sonrisa fresca,
en tu corona silente, intacta y afligida
que no vuelve al colegio rodeado de sauces 
ni a la cuesta del Gallo 
que sufre la amargura de un profeta callado
en los labios que esperan el soplo de la muerte.

Cantaba siempre bien aunque fuera bajo el sol que intimida a los artistas, o más bien bajo las nubes, vamos a admitir que el alcohol pudo con ella algunas veces, siendo la más sonada la de su cita maldita con Belgrado. Aprendió a esa edad en que uno no sabe que está aprendiendo lo que hace que se afronte las dificultades con una envidiable naturalidad. Desconozco si pensaba en Billie Holiday cuando hablaba de la muerte predestinada de cada amor pero tenía importantes paralelismos con ella, algunos además escalofriantes entre drogas y hombres desalmados. 

Estamos en un tiempo en el que los ayeres son siempre muy lejanos, ya lo advirtió Jim Morrison, atrapado para siempre en la bruma de París; "Los americanos no miramos el pasado". Amy Winehouse murió ayer y eso es mucho tiempo.



Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio de los montes
cuando ya no me quieras y olvides el silencio
que siempre te ha llamado.

Te asaltarán las lágrimas vencidas de la tarde
con la promesa verde guardada en un espejo
con los ojos velados
que surcan la mezquita colgada en la luna
y cruzan los Rosales temblorosos
que no miran la infancia que retoza en los charcos,
duerme en la madriguera de los muros,
en la cárcel del alma
vibrando en el arroyo que agoniza en las cañas
 y muere en el destino de los tiempos que pasan
en el patio sagrado de una niña que tiembla.

Y tu falda vestida de azucena,
cincelando en el aire la huella de mi frente,
despierta en tu mirada,
en tu sonrisa fresca, intacta y afligida
que no vuelve al colegio rodeado de sauces, 
a la cuesta del Morro que mantiene tu aroma,
tu tristeza que apoya la cintura
en un mito que canta en un valle sombrío
donde sienten los labios el soplo de la muerte.


Te llamará el lamento de los tordos oscuros
que muerden el ocaso mustio de la frontera
y extienden sus cortinas
nublando el cementerio de los montes
cuando ya no me quieras y olvides el silencio
que siempre te ha llamado.

Te asaltarán las lágrimas vencidas de la alcoba
con la promesa verde guardada en un espejo
con los ojos velados
que surcan la mezquita acodada en la luna
y cruzan los Rosales temblorosos
que no miran la infancia que retoza en los charcos,
duerme en la madriguera de los muros,
en la cárcel que reza
vibrando en el arroyo que agoniza en las cañas
 y muere en el destino de los tiempos,
en el patio sagrado de una niña que tiembla.

Y tu falda vestida de azucena,
cincelando en el aire la huella de mi frente,
despierta en tu mirada,
en tu sonrisa fresca, intacta y afligida
que no vuelve al colegio rodeado de sauces
y cruces en la frente, 
a la cuesta del Morro que mantiene el aroma
de los cines desiertos, de las rosas caídas.

Te llamará el lamento de los tordos oscuros,
tu tristeza que apoya la luz de tu cintura
en un mito que canta en un valle sombrío
donde vagan sin nombre
los árboles de piedra que perdieron sus ramas,
donde sienten los labios el soplo de la muerte.



jueves, 3 de enero de 2019

La soledad se alberga en un valle desierto (7)

La soledad se alberga en un valle profundo,
en la ceniza hundida de una lejana gloria
que la ventana vierte en los geranios
que pierden sus raíces como si fueran viento
que no puede cantar
o el agua que penetra en la noche más larga
en las redes vacías y desiertas
de los ritos modernos y sus dioses temibles
que no tienen entrañas
                  con los besos que mueren y no cruzan los puentes               
y tiran los espejos por la borda,
aprisionan las voces que buscan la justicia,
recogen el trigo impuro que llena sus graneros,
destrozan el pasado 
y queman los rastrojos de la palabra inquieta.

Encerrada en la llave de un hiriente suspiro,
juegas con mi memoria, buscas otro sendero,
despiertas en las sombras,
en el bosque que muere con el gesto torcido.

Yace abierta una llaga que brilla en el futuro
que nunca llegará
cuando ya no se vea tu nombre en los senderos
que arrastren la amargura de un sueño interrumpido
que no quiso enterrar el vuelo de sus alas.