pienso en Robert Jordan que espera cerrar los ojos
y se enamora
del último aliento que mueve su esperanza
para darles el tiempo de huir a los que ama
y a quienes portan su bandera aunque la desprecien,
y se enamora
del último aliento que mueve su esperanza
para darles el tiempo de huir a los que ama
y a quienes portan su bandera aunque la desprecien,
Es probable que Hemingway hubiera querido ser
Robert Jordan y que, en su obra maestra, utilizara todo lo que había visto o
había creído ver y apenas echara mano a la imaginación. El escritor
norteamericano no fue un ejemplo a seguir en su vida cotidiana y nos mostró los
excesos y contradicciones que suelen acompañar a cualquier persona cuya
característica más acusada es el ansia de vivir.
Robert
Jordan no representaba el perfil idealista de un brigadista al uso; no defendía
el Puente de los franceses en Madrid mientras cantaba con entusiasmo sino que
dinamitaba puentes en la sierra de Gredos con la precisión de alguien que
conoce su oficio y quiere llegar al fin último para el que ha sido reclutado.
Su tragedia era que veía claramente la inutilidad de la que acabaría siendo su
última misión y ni un solo momento pensó que debía esquivar lo que era su
obligación a pesar de que la duda se removía en sus entrañas.
No
toda contradicción es la misma, no todo esfuerzo inútil deja en el viento la semilla
de un fracaso valioso.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.