sábado, 12 de mayo de 2018

Georges Brassens - Súplica para ser enterrado en una playa de Sète.



Está claro que el poema genuino apenas hace referencias, se trata de reflejar un sentimiento íntimo que por su propia naturaleza nos identifica con los demás, todos amamos y todos nos morimos sin saber a ciencia cierta si hemos llegado a nacer, y nos permite buscar la intemporalidad como si fuera lo mismo eterno que infinito. Para ello nos apoyamos en el lenguaje metafórico ya que es el que más se acerca a aprehender las posibilidades de un instrumento que no llegará nunca, tan maravilloso como es, a expresar lo que sentimos. Pero existe el lenguaje lógico que de tal forma lo ha desplazado que ni siquiera ha resistido su embestida en lugares como Andalucía con una gran tradición en dichos, coplas y flamenco. Ante un hecho innegable podemos optar por varias soluciones, en el deseo de recuperar lo que ya se ha perdido, el más sincero y el único que se lleva a la práctica, sería admitir que se vive en una isla y acantonarse en ella, y destruir los puentes que nos unen al mundo de la razón, ser idealista hasta el límite de creer que la poesía existía antes de que existiéramos nosotros los que la escribimos sin orgullo y sin vergüenza.
                                                                                                    
Conocer a Georges Brassens hizo que me acercara a su alternativa, estéril si se quiere, pero llena de encanto de llevar la poesía al hombre de todas las horas. El cantante de Sète sintetizaba como nadie la cultura y el conocimiento del sentir popular, de ideas ácratas se manifestaba abiertamente y con sentido del humor en contra de todo lo que conocía pero no quería ser una isla, sabía perfectamente que pertenecía al mundo y que en última instancia estaba con él a pesar de sus injusticias y el despropósito en el que tantas veces convertimos la razón que, en según qué casos, llega a manifestar más síntomas de locura que la lengua de un poeta que ya no sabe hablar.

       Desconozco si de una forma consciente o simplemente por una acumulación de circunstancias a cuyas consecuencias intentó encontrar soluciones, el caso es que el mayor poeta francés del siglo XX empezó a metaforizar el lenguaje lógico y plasmó la intemporalidad descifrando lo que veía en su tiempo. La gente llegó a quererlo, y mucho, aunque sea difícil precisar si lo entendía, quizás en estos momentos hubiera fracasado y vivido en los dominios sombríos del ostracismo porque pocas cosas enerva tanto a la gente que empezar a sospechar que entiende a un poeta cabiendo la posibilidad de que no miente cuando habla de las costumbres a las que la encadena su propia libertad.

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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.