domingo, 13 de mayo de 2018

Jeff Buckley - Lilac wine






En una sociedad cobarde como la nuestra, consagrada a lograr el triunfo apartando la moral si es preciso en la persecución del objetivo, nos parecemos más a los estadounidenses de los 50 de lo que creemos, el relativismo ha cobrado una gran importancia a la hora de debatir y comprobar que estamos faltos de criterios sobre algo concreto. Pero hay que admitir que el triunfo y el fracaso son términos relativos. Phil Ochs, Tom Waits y Jeff Buckley nos lo dirían a las claras, debemos aceptar que la falta de ventas y aceptación popular por parte del tejano están muy bien definidas, ¿qué hace un cantante comunista con un repertorio socio-político en la América que vive la resaca dolorosa de la Guerra Fría?, a Tom Waits no lo conozco suficientemente como para haberme hecho una opinión sobre el desapego que le brindan los amantes de la música. Con Jeff Buckley suele ocurrir que se considera un fracaso lo que en otros sería un triunfo considerable. De esta forma se hace justicia a quien tenía todos los atributos para convertirse en una leyenda, y quién sabe, aún podría ocurrir cuando los oídos despertaran.                                                                                                          

Los críticos suelen coincidir en que fue culpa suya el que no lograra tener un éxito multitudinario dado que el potencial enorme que atesoraba en todas las facetas no podía desembocar sino en una gran repercusión a nivel popular. Se afirma que, de una manera consciente y asumida, no quería caer en el mismo error que su padre que lo sacrificó todo, incluida su familia, para obtener la fama y halló una muerte temprana en el desenfreno.

         Su aspiración era hacer una gran música, no el reconocimiento. Jeff era incómodo para una discográfica que no encontraba cómo promocionar a un cantante orgulloso que quería controlarlo todo en cada canción secundado por su virtuosismo y conocimiento de los pasos que llevan a cada creación a ser algo único y trascendente, a un excelente músico que prefería tocar en pequeños locales antes que en grandes auditorios y que no se ofrecía a dejarse manejar por asesores que solo buscaban fines publicitarios y objetivos comerciales ya que pensaba que estos repercutirían negativamente en la calidad excelsa que buscaba y que quería ofrecer. Se sentía más que satisfecho con los halagos desmedidos que había provocado en monstruos sagrados como Bob Dylan y Van Morrison o en compañeros casi desconocidos que habían compartido escenario y miserias con él, sin poder precisarse cuál de las dos vertientes de admiradores valoraba más. Un cantante genial, un tipo raro, triunfó como él quería, con lo que verdaderamente tenía, aunque la opinión general prefiera hablar de fracaso. 

sábado, 12 de mayo de 2018

Georges Brassens - Súplica para ser enterrado en una playa de Sète.



Está claro que el poema genuino apenas hace referencias, se trata de reflejar un sentimiento íntimo que por su propia naturaleza nos identifica con los demás, todos amamos y todos nos morimos sin saber a ciencia cierta si hemos llegado a nacer, y nos permite buscar la intemporalidad como si fuera lo mismo eterno que infinito. Para ello nos apoyamos en el lenguaje metafórico ya que es el que más se acerca a aprehender las posibilidades de un instrumento que no llegará nunca, tan maravilloso como es, a expresar lo que sentimos. Pero existe el lenguaje lógico que de tal forma lo ha desplazado que ni siquiera ha resistido su embestida en lugares como Andalucía con una gran tradición en dichos, coplas y flamenco. Ante un hecho innegable podemos optar por varias soluciones, en el deseo de recuperar lo que ya se ha perdido, el más sincero y el único que se lleva a la práctica, sería admitir que se vive en una isla y acantonarse en ella, y destruir los puentes que nos unen al mundo de la razón, ser idealista hasta el límite de creer que la poesía existía antes de que existiéramos nosotros los que la escribimos sin orgullo y sin vergüenza.
                                                                                                    
Conocer a Georges Brassens hizo que me acercara a su alternativa, estéril si se quiere, pero llena de encanto de llevar la poesía al hombre de todas las horas. El cantante de Sète sintetizaba como nadie la cultura y el conocimiento del sentir popular, de ideas ácratas se manifestaba abiertamente y con sentido del humor en contra de todo lo que conocía pero no quería ser una isla, sabía perfectamente que pertenecía al mundo y que en última instancia estaba con él a pesar de sus injusticias y el despropósito en el que tantas veces convertimos la razón que, en según qué casos, llega a manifestar más síntomas de locura que la lengua de un poeta que ya no sabe hablar.

       Desconozco si de una forma consciente o simplemente por una acumulación de circunstancias a cuyas consecuencias intentó encontrar soluciones, el caso es que el mayor poeta francés del siglo XX empezó a metaforizar el lenguaje lógico y plasmó la intemporalidad descifrando lo que veía en su tiempo. La gente llegó a quererlo, y mucho, aunque sea difícil precisar si lo entendía, quizás en estos momentos hubiera fracasado y vivido en los dominios sombríos del ostracismo porque pocas cosas enerva tanto a la gente que empezar a sospechar que entiende a un poeta cabiendo la posibilidad de que no miente cuando habla de las costumbres a las que la encadena su propia libertad.

Robert Jordan



pienso en Robert Jordan que espera cerrar los ojos
y se enamora
del último aliento que mueve su esperanza
para darles el tiempo de huir a los que ama
y a quienes portan su bandera aunque la desprecien,


Es probable que Hemingway hubiera querido ser Robert Jordan y que, en su obra maestra, utilizara todo lo que había visto o había creído ver y apenas echara mano a la imaginación. El escritor norteamericano no fue un ejemplo a seguir en su vida cotidiana y nos mostró los excesos y contradicciones que suelen acompañar a cualquier persona cuya característica más acusada es el ansia de vivir. 


         Robert Jordan no representaba el perfil idealista de un brigadista al uso; no defendía el Puente de los franceses en Madrid mientras cantaba con entusiasmo sino que dinamitaba puentes en la sierra de Gredos con la precisión de alguien que conoce su oficio y quiere llegar al fin último para el que ha sido reclutado. Su tragedia era que veía claramente la inutilidad de la que acabaría siendo su última misión y ni un solo momento pensó que debía esquivar lo que era su obligación a pesar de que la duda se removía en sus entrañas. 

No toda contradicción es la misma, no todo esfuerzo inútil deja en el viento la semilla de un fracaso valioso.

martes, 8 de mayo de 2018

Antonio Machado - Paco Ibáñez



No extrañéis, dulces amigos,
  que esté mi frente arrugada:
         yo vivo en paz con los hombres
     y en guerra con mis entrañas.
(Antonio Machado)




Lorca y yo somos poetas, de él podríamos estar hablando durante horas sin haber abarcado más que una ínfima parte de lo que dijo y si me compararan con él yo acabaría perdiendo de una forma abrumadora en casi todo lo que tiene de elevado y místico ser poeta. Hasta ahí estaríamos de acuerdo, y, sin embargo, hay factores en los que yo le llevo una ventaja considerable, la más importante es que yo lo conozco a él y él no me ha conocido a mí, él no dispuso de un vehículo comunicativo inmensurable  como Internet, tan mal utilizado que hiere hablar de la levedad patética de su trascendencia, él tuvo que vivir, no demasiado bien, de lo que escribía, yo puedo vivir perfectamente sin escribir y sin tener que recurrir a la buena situación económica de la familia como en su caso.

Decirle esto a muchas personas sería tan estéril como creer que te apoyarían los que  enarbolan tu bandera cuando hubiera intereses mundanos o dogmáticos por medio o esperar que llegue un Mesías que nos salve de la infamia en un país donde casi todo el mundo se cree un elegido. Podría parecer trivial lo que acabo de decir y, sin embargo, pienso que es uno de los síntomas más reconocibles de la nueva era para esta España que se sigue buscando en la llaga abierta de las contradicciones; en el Procés, aquellos que profanan la libertad lo justifican en su nombre, aquellos que defienden la legitimidad de la ley han permitido su violación constante en otros ámbitos y esos otros que han arengado a favor de una unidad constitucional que oponer a la propiciada por el fanatismo que supone en una sociedad diversa tener un único objetivo llamando inferior a todo el que es diferente la rompe posiblemente por intereses electorales. Cualquier persona despierta un día y cree que es poeta, que esa magia indescriptible que es escribir un buen poema o vivir un gran amor le ha sido entregada por designio divino con la huella irreconocible del azar, que, como en el caso de Moisés o Sargón, el suyo es un origen predestinado y difuso, que de la miseria del abandono se puede llegar a la gloria de la soledad.