II
Hay un jardín que muere
en el miedo de los patios
donde canta el jilguero
que lloraba sin luz
en lo turbio y
angosto que vuelve de una infancia
y no encuentra palabras
para expresar tu canto,
y entre escombros
agolpados
contra el muro
la tristeza se esfuerza
por ofrecer su lecho de
raíces a unas plantas de Oriente
que no verán camino en
sus primeros pasos nunca más
como tus ojos,
en un
barranco donde no habita una estrella
que los guíe,
oscuros, deslavazados,
apasionados, muertos,
en el
libro amarillo que mostrara tu hondura
ante mi asombro de niño,
en la palabra de amor
que desplegó tu boca hacia los tristes,
hacia los que nacieron
de rodillas
ante el peso infinito
del estigma invisible,
hacia los que tienen
hambre de amapolas
de montes rotos que
imploran su olor a tierra
en la melancolía de su
ocaso
que nadie mirará
mientras duerman los dioses
entre sábanas blancas
tendidas en un mísero cordel
y la canción que
hiere en las tinieblas
de las cinco en punto de
la tarde.
Aquí,en todo el poema. está latente todo el terrible abandono que sintió el poeta en sus últimos días.
ResponderEliminar"...como tus ojos,
en un barranco donde no habita una estrella
que los guíe,
oscuros, deslavazados, apasionados, muertos,..."
Ha sido una gozada este paseo por Lorca guiado por la luz y la maestría de tu poesía F. Enrique.
Abrazos,poeta.
Reconozco, Joaquín, que mis acercamientos a Federico me han llenado de dudas, ya que no he logrado sentir el tono del poeta como lo hiciera con Pasolini o Cohen. Quizás la gente ha aprendido a vivir sin Lorca y solo recuerde su nombre, su martirio y el primer verso de sus poemas más reconocibles. He intentado ser sincero y hablar del hombre que siempre estuvo por encima del poeta, a ese hombre que sufrió una agonía humana antes de su muerte, a ese hombre que, sin querer, se describió a sí mismo cuando narraba las virtudes de un amigo.
EliminarMe estremece, Joaquín, el milagro de tu sensibilidad, la comunión inconfundible que muestras cuando tu verso se agita en la dirección del poeta. Me estremece que haya alguien como tú que resiste en la verdadera esencia de la poesía.
Un abrazo.