La
playa era un sudario,
una
manta de azucena,
donde
lloraban las niñas
de
los volantes nerviosos.
La
guitarra enrabietada
se
refugiaba en el patio
donde
vagaban los sueños
de
los acordes perdidos.
¡Ay,
playa de la Almadraba
quién
pudiera contemplarte
sin
que tuvieras manchadas
tus
arenas de alquitrán¡
¡Quién
pudiera enamorarse
del
levante enarbolado
y
contar las caracolas
sobre
tu lecho encendido¡
Pero
la muerte ensombrece,
siempre
enturbia tu destino,
los
arenales y el viento
se
cubren con amapolas
como en los campos de Flandes.
como en los campos de Flandes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.