A
una ama de casa
A Merche, ni siquiera la tenía en
mente cuando escribí este poema, yo sé bien en quién pensaba, pero sé las
razones por las que se lo dedico y que la mujer que me sirvió de inspiración,
por una vez, no va a sentirse molesta por que lo haga. Merche murió hace unos
meses apenas, yo me encontraba en Madrid y me sentí muy triste, y sin poder
asistir al entierro. Ella quiso en estos últimos años que me convirtiera en el
ángel guardián de su hijo, pero ya sabéis, crecemos y las alas se pierden en el
camino. Algo que supe hace apenas unos días vino a añadir una cierta amargura a
mi tristeza.
Para adecuarlo al poema quisiera
trasladar esta dedicatoria a cuando nos conocimos, hace treinta y tantos años,
ella vivía, como siempre, para su marido y sus hijos, y no quiso nunca salir de
ese error.
No sonríes cuando piensas en el cuerpo
hermoso
dibujado más lejos cada día,
confundido por la belleza que surge de la sinceridad herida
de una gacela que sufre
por el esfuerzo, el dolor, y por la entrega.
Difuminadas las ansias de amor bajo los árboles
y el perfume de colonia
de la tarde de verano que selló tu despedida
del viento, las cometas, de los cables, del sueño.
Vuelve aquel miedo al vacío
que sentías tras su marcha,
aquel deseo de subir a la azotea,
de mirar los pájaros y el suelo al mismo tiempo
con el impulso irracional
de intentar alzar el vuelo
o estrellarte.
Estás sintiendo su presencia en el silencio de la siesta,
los pasos de los niños que regresan de la playa,
la huida de la poesía hacia una imagen de Ford,
las voces de los muertos, y estás
amando sin saber si pueden tomar tu corazón
para mostrar la oscilación de sus latidos,
un suspiro
embargado en el mundo que se te fue alejando
envía sus destellos como una estrella sin vida,
con aquellos sabores y aquellas plantas
que lloran en el exilio
de tu memoria enamorada de un artista adolescente,
con aquella gente que murió y no lo sabe,
con aquellos cines que cerraron, y se quedaron con tus besos
y esta sensación tan cierta
de que tienes que luchar forzadamente
para esbozar la sonrisa que antes te brotaba sin pensarlo,
y no sabes que serás siempre hermosa,
una muchacha deliciosa de cincuenta años
porque tu alma siempre estuvo
por encima de la cabeza.
dibujado más lejos cada día,
confundido por la belleza que surge de la sinceridad herida
de una gacela que sufre
por el esfuerzo, el dolor, y por la entrega.
Difuminadas las ansias de amor bajo los árboles
y el perfume de colonia
de la tarde de verano que selló tu despedida
del viento, las cometas, de los cables, del sueño.
Vuelve aquel miedo al vacío
que sentías tras su marcha,
aquel deseo de subir a la azotea,
de mirar los pájaros y el suelo al mismo tiempo
con el impulso irracional
de intentar alzar el vuelo
o estrellarte.
Estás sintiendo su presencia en el silencio de la siesta,
los pasos de los niños que regresan de la playa,
la huida de la poesía hacia una imagen de Ford,
las voces de los muertos, y estás
amando sin saber si pueden tomar tu corazón
para mostrar la oscilación de sus latidos,
un suspiro
embargado en el mundo que se te fue alejando
envía sus destellos como una estrella sin vida,
con aquellos sabores y aquellas plantas
que lloran en el exilio
de tu memoria enamorada de un artista adolescente,
con aquella gente que murió y no lo sabe,
con aquellos cines que cerraron, y se quedaron con tus besos
y esta sensación tan cierta
de que tienes que luchar forzadamente
para esbozar la sonrisa que antes te brotaba sin pensarlo,
y no sabes que serás siempre hermosa,
una muchacha deliciosa de cincuenta años
porque tu alma siempre estuvo
por encima de la cabeza.
(Momentos, 4)
Una bella dedicatoria supongo que a una mujer que no fue muy feliz.Preciosos estos versos llenos de cariño,de hermosos sentimientos hacia la protagonista.
ResponderEliminarDe todos,destaco estos por su contenido poético,al menos para mí.
"...con aquella gente que murió y no lo sabe,
con aquellos cines que cerraron, y se quedaron con tus besos
y esta sensación tan cierta
de que tienes que luchar forzadamente
para esbozar la sonrisa que antes te brotaba sin pensarlo,"
Tr dejo un fuerte abrazo Enrique.
Es tan difícil preguntarse por la felicidad de las personas que conoces, Jerónimo. Mi relación con Merche se estructuró en los últimos años por teléfono y siempre por la misma razón, es evidente que era una persona que luchaba, que le inquietaba el futuro de sus hijos y que me dio muestras de ser agradecida. Quizás su felicidad radicaba en algo muy sencillo de ver desde fuera.
ResponderEliminarTe agradezco, Jerónimo que hayas acaparado en este poema.
Un abrazo.