12 de Junio de 2011
A Margarita Muñoz
A Margarita Muñoz
No tuve que hacer ningún esfuerzo para
enredarme en un tango de Gardel. Mi abuela, tan seria, tan adusta, tan
desencantada, desempolvaba algunas veces aquellos viejos discos, inmensos,
chirriantes y aprovechaba la caída de la tarde para llevarnos a un mundo que
ella, con sinceridad, creía muerto para siempre. Era recurrente la mención,
mientras sonaba “Cuesta Abajo”, del familiar que fue a comprar tabaco y que
años después fue visto en Buenos Aires, se supone que con un nuevo acento y con
una nueva familia, echando de menos tantísimas cosas, y sin embargo, consciente
de haber abandonado una nave triste y a la deriva. Pero lo que más me
arrebataba era, y eso lo podría corroborar cualquier persona que haya conocido
a mi abuela, la capacidad evocadora que aquella voz tenía en sus ojos; durante
tres o cuatro minutos, aquella mujer consumida que agonizó durante años sin
estar afectada por ninguna enfermedad, vestida de negro, entre palabra y
palabra suspirando, le daba un pequeño respiro a su tormento para entrar de
lleno en el del adorado e irrepetible
Carlos, Carlos Gardel, Carlitos…
que lloraba y reía como nadie.
Quizás no esté dormido cuando aún canta, solía decir, al acabar la
música, enjugándose una lágrima que nunca supo decirme si era por su madre, por su hijo o por Carlos Gardel.
Mi abuela también estaba platónicamente enamorada de Carlitos Gardel y de sus tangos. Nunca se me borrará la imagen de verla haciendo la comida mientras tarareaba "Caminito", con su bata azul y su acento extremeño. A lo mejor por eso me gustan tanto los tangos, y más si son de Gardel, aunque formen parte de una generación que no es la mía...
ResponderEliminarUn saludo, gracias por pasarte por mi blog. Y enhorabuena por el tuyo, me ha gustado.
Gracias, Marina, con un poquito de retraso, lo cierto es que me gustó mucho tu respuesta, aunque en ese momento no tenía muy claro si se debían responder o simplemente aceptarlas con toda la emoción que pudieran producirte. Cuando algo es bueno y trascendente creo que deja de ser una cuestión generacional. Es evidente que el tiempo castiga y acabamos sobrevalorando lo más reciente.
EliminarUn saludo.
Encantador comentario hacia tu abuela y hacia el gran Carlos Gardel. Grande porque dio aliento a una generación cruelmente castigada, y porque ha seguido dándolo a través de sus canciones a jóvenes y no tan jóvenes. Yo soy de las que, como tu abuela, también sigue emocionándose con sus tangos y dejando caer alguna lágrima.
ResponderEliminarFue en la excelente película de Jaime Chávarri "Sus ojos se cerraron" donde me di cuenta de la enorme importancia de Carlos Gardel, y donde vi como nunca antes lo había hecho que pertenecía a la estirpe de los heterodoxos geniales, como Camarón, Billie Holiday, Amàlia Rodrigues o Carmen Amaya. Nadie unió tanto a la gente de un lado y otro del océano, o nos recordó el poder casi taumatúrgico de una canción. A mi abuela, que no tuvo suerte en la vida, era lo que le quedaba, su "Caminito", su "Yira", su "Volver". Pienso que aquel desastre aéreo que se llevó a Carlos, junto con su inseparable Alfredo, entre muchos otros, en 1935, tiene el mismo significado para nuestra cultura que aquel otro que en 1959 le costó la vida a Buddy Holly y otros compañeros, para la cultura anglosajona.¡Qué nos hieran las canciones y no los toques de queda! Hay tantas cosas que nos unen a todas las personas que disfrutamos con Carlos Gardel, a pesar del sonido chirriante que tienen muchas de sus grabaciones.
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