Hay quien puede creer que tu sonrisa es triste,
que envidias la soledad sin sueño
de los pájaros que mueren
porque no tienen pulso que les lleve a gritar,
porque sus alas no vibran de desesperación
ni tienen que enfrentarse
al castigo de las horas envueltas en tañidos sin campana,
en llamadas sin respuesta.
No volverá tu padre para sentarte en sus rodillas
y decirte que eres preciosa y tierna,
que no te dejará nunca,
te sentirás fuera de órbita en el planeta de tu madre
que ante el espejo destroza el carmín contra sus labios,
las flores contra el olvido
donde navega la última frase de amor que no recuerda,
y llorarás, como se llora en el silencio de una habitación sin alma,
como llora una niña cuando el mar le inunda los ojos
y una pajarita de papel con un poema plegado
le atraviesa el pecho encogido
mientras espera que la aurora llegue para llevarse el miedo.
El padre biológico de Marilyn nunca estuvo, como curiosidad te diría que hace unos días, entre otros muchos objetos, se subastó una tarjeta que le dejó mientras ella estaba hospitalizada, al parecer poco más hay que contar de la figura paterna. Los graves problemas mentales de su madre provocaron un peregrinar por casas de acogida e, incluso, por un orfelinato.
ResponderEliminar“Querida Marylyn (sic). Esta pequeña y alegre nota de recuperación viene especialmente para decir que muchos pensamientos y deseos también están contigo todos los días."
Charles Stanley Gifford
Nunca estuvo, ni siquiera sabía escribir bien su nombre.