Y tú y yo, separados por música y gemidos,
habitando en un mundo que no nos pertenece,
desvelamos los surcos del tiempo en nuestras almas.
No me llames en la noche
silenciosa de tu manto y de tu olvido,
no me dejes soñar con la luz de la alborada
que transita por la estrella ansiosa que te alumbra,
por el lamento errante
de un hombre atormentado
que siempre me visita cuando pienso en tu pulso
con la mueca suplicante de un monstruo perseguido.
2
Navego en las canciones profundas de esta tierra
que anuncia nuestro paso
y muerde su fatiga en los jazmines,
en castillos de naipes que se yerguen en una lágrima,
porque quiero mecerte en la memoria
de la muchacha de luz que muestra tu sonrisa por las calles
que nos vieron pasar y esconden tu figura en una esquina,
porque quiero sentir que has vivido en tus entrañas
la herida penetrante del sueño que brota en tu corazón,
los geranios que vibran solo con tu presencia.
3
La voz de tu fragancia vertida en los portales
se extiende por el barrio
donde nadie escucha la queja siempre viva de Billie Holiday,
ni la estrofa extraviada de Paul Simon que sigue
arañando las paredes de tus sentimientos,
ni la cadena sujeta a los caminos tortuosos de una oración
que culmina en tu nombre,
en una vieja soledad que no envejece
mientras pasamos por la frontera
con un mensaje sin destino encallado en el fulgor de tu mirada,
en los soles dichosos que brillaron y nos sonríen.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.