Tu mirada que sueña en el árbol vencido
que guarda nuestros nombres en un papel borrado
y mece los recuerdos
en la hiedra que cubre los muros de tu escuela,
va subiendo la rampa de las hojas caídas
y no quiere enterrar
un halo agonizante
que desgarra sonriente
la vena intransferible de tu calle,
la cruz
de mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu misterio,
las palabras abiertas que vuelven a la playa
buscando una caricia de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en una nube
frágil y humedecida
que oscurece tus ojos y se pierde en mis manos.
Tu mirada que sueña en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio,
va subiendo la cuesta de las hojas caídas
y no quiere enterrar
un verso moribundo que desgarra sonriendo
las venas de la calle,
la luz de mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu deseo,
las palabras de bronce que vuelven a la playa
y buscan un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en una nube
frágil y humedecida
que oscurece tus ojos y se pierde en mis manos.
*** *** ***
Tu mirada que sueña en el árbol cansado
con la hiedra que cubre la Escuela de Comercio,
va subiendo la rampa de las notas caídas
y no quiere enterrar
el canto agonizante que desgarra sonriendo
las venas de la calle, la voz de la tristeza.
La verdad en la sangre de un trovador ardiente
se retuerce en la escena del recuerdo
y muestra en las paredes de un antro tu vestido
de sábado y de flores,
las palabras heridas que vuelven de la playa
buscando unos vestigios de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en una nube
frágil y humedecida
que oscurece mis ojos y se pierde en tus manos.
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.