Yo seré aún joven, con la camisa clara, y los dulces cabellos lloviendo sobre el amargo polvo. (Pasolini - El día de mi muerte - Versión de Delfina Muschietti)
Para ver que todo se ha ido dame tu mudo hueco, ¡amor mío! Nostalgia de academia y cielo triste. ¡Para ver que todo se ha ido! (Lorca - Nocturno del hueco)
Te escribiré mis deseos en los pétalos caídos cuando se apague el resplandor de la antigua ventana y vuelva la soledad en los recuerdos de la brisa, cuando aparezca en tu cuaderno la proclama que hierve en la frente de un profeta abandonado y muerto en el misterio corrompido de una playa implacable, cuando mida el calor de la luciérnaga perdida el paso de los amantes mutilados que envuelven en una queja plagada y polvorienta el mástil de las farolas que declinan acogiendo en una prédica angustiada los nocturnos de los huecos de una mirada oscura que nos halla en la techumbre de un Pierrot sonriente y apasionado, de un mártir que se emociona con la gravedad de una pluma, con la mirada de una gacela herida detrás de unas rejas, con un llanto desnudo a los pies de una guitarra desangrada.
Ella no ha vuelto más y su sombra se alarga sobre la cruz del Puerto cansado que aún respira.
(Mares Lejanos - Canción de Otoño de 1996)
1
Me hiciste pensar que ni siquiera tu amor era eterno. Ahora sufres y te preguntas qué fue de aquella mirada, en qué instante murió tu postrera sonrisa, qué viento se llevó las hojas del diario donde decías que me amabas.
2
No supimos desentrañar el sueño de nuestra encrucijada; !Cuántas veces te amé y sentía un rencor que nunca se apagaba¡
Sigo leyendo un poema que no recuerdo, que nunca he podido escribir aunque nunca lo leas ni en tu diario lo copies y no lo hayas olvidado.
3
La sombra de
mi llanto se perdió
aquella noche
en el aire exaltado de tu vuelo francés
mientras Jacky cantaba
la soledad del hombre en el amor,
la tristeza
infinita de la muerte,
el desamparo
ante el paso del tiempo,
el deseo que
burla las fronteras,
y el mundo
le aplaudía
con angustia y fervor.
Mustia en unos gestos amortajados
llegaba a mi memoria
con un rumor a incienso que mecía
los escombros del puerto,
la caricia perpetua de los diques
de Amsterdam en la escena
oscura, decadente y encendida.
Tu sonrisa de piedra devastó
el rincón más sensible de los huecos
que acercaban tu corazón al mío
en tu rostro sediento de levante,
en la mirada herida
que llevaba la cruz angosta de mi alma.
4
Tu mirada que sueña en un árbol vencido,
en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio
va subiendo la cuesta de las hojas caídas
y no quiere enterrar
un verso amortajado que desgarra
las venas de la calle, del sol, de mi tristeza
y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa,
las palabras de antaño que vuelven a la playa
y buscan un poema de amor entre la niebla,
la impronta de tu rostro en un cuaderno frágil y humedecido que se queda en tus ojos y se pierde en tus manos.
5
Ahora vuelvo al parque descuidado de la Argentina con sus puertas abiertas y veladas, te recuerdo y no estás en sus bancos ausentes, busco la remembranza de tu aroma mientras hierve en mis ojos el hombre fracasado que venera los tuyos, se enamora de tu misterio errante y se enreda en las hojas del laurel reseco y carcomido que arrastra sus tinieblas en el soplo lejano que se hunde en el mar de tus secretos.
6
Ya no eres la mujer que sonríe a la tarde que, con su extraño rostro, acaricia y envuelve la luz de los espejos, la voz de la neblina y declina en la clase de los vientos la rosa, no vives la canción de la esperanza mientras muere un poeta en las Puertas del Campo del ansia de sentir su verbo en el ayer.
Ya no viertes tu aliento en mis mejillas, no rompes la muralla del rencor afligido ni abres el encaje a mi lujuria atormentada y triste que arrastra su agonía en los ojos de un bar que derrama el licor y se adueña del humo. La barra de equilibrio de todos los milagros, de todas las palabras, estrecha e implacable espera la caída del verso y las quimeras en los escaparates.
Ya no apartas mi rostro del silencio, no abres tu soledad a mi ardiente mirada, ni guardas mis requiebros en la caja de música mientras Chopin detiene el llanto de la brisa.
7
Cuando vuelva la noche profunda de las calas entre los matorrales y camine en tu huella como un lobo exiliado que no encuentra un camino en el camino velaré por tus velas encendidas.
La luz de las campanas que doblan en el barrio adormecido llevará tu silencio en la mirada que acoges con un gesto enamorado y muestras el deseo de alentar las caricias en el muelle tendido, de vivir en la tierra tibia de tus mayores y arrasa los cristales del silencio en los muelles rotos que tú cantabas para volver a amarte como si hubieras muerto. Te abrazaré en la rosa afligida y errante que perdió la fragancia y anidara en tu paso fugitivo mientras te perseguían los vientos desahuciados, te entregaré los aires llorosos de las rimas que siguen en tu alma y en la noche apagada.
8
Je est un autre. (Yo es otro) (Arthur Rimbaud)
Un hombre encadenado a tu figura se encamina a mi rostro en la escollera con un rumbo abortado que invade los caprichos de la muerte en los días sin nombre que fluyen en el agua.
Este hombre se arrastra por las nubes rojizas del crepúsculo que hiere y arrasa los cristales del silencio en las ramas, permanece en los bancos vacíos de los parques y se ahoga en tus ojos que abren otras cortinas, buscan otro calor y no sienten la luz lenta de mi esperanza.
Ya no me amas, es cierto, miras el horizonte de los painicos tristes que lloran en la luna, de palabras sin velo que cubren la sonrisa, de ilusiones que pasan y se pierden en cada esquina fría que detiene mi olvido, mi angustia y tu mirada.9
He querido arrancar de la calle vacía el dolor de tus ojos, la llaga de tu voz en un pañuelo tenue y solitario que agita para siempre los recuerdos mientras vuelvo a la duda que estremece una imagen terrible y asfixiante que penetra en mi alcoba.
Me arrastro en las estrellas que lloran a lo lejos para hablar con la muerte que respira en mi sangre, para volver sin pausa y sin memoria a tus labios soñados que vibran en los puertos tiernos de las caricia arrebatada que espera su legado entre las azucenas que llevaste en un cesto desgajado al rumor de los barcos ignotos de los muelles, a la cumbre del aire que supura.
En los vanos callados de la iglesia ruinosa, escucho tu lamento extenso y calcinado para resucitar en mi pecho anhelante, en mi mirada ardiente la gracia de tus manos, la luz de tu sonrisa y el lento suspirar que anidaba en tu boca y brilla para siempre entre los muertos.
10
No te envié ningún archivo atravesado por un sueño.
*** *** ***
He
llegado al silencio oscuro de tu rostro
para desenterrarlo
de las simas profundas de los bosques perdidos
que guardan tu fulgor en un sudario,
en una despedida cenicienta
que rompió mis entrañas en el viento de marzo,
para poder abrir el camino sin huellas
que amabas en los mares azules y lejanos,
para recuperar el requiebro de amor
que no escuchaste nunca y yacía en mis brazos
cuando en tu amarga ausencia te llamaba,
en los labios la luz, la sombra en el costado.
La fiebre turbulenta de mi sangre
inunda tus mejillas y hierve en el armario
de tu ropa tortuosa de los viernes
que recoge los aires dolientes del pasado
y sufre en los balcones la amargura,
el nerviosismo ansioso de tus manos,
la inmensa soledad de un verso ante la muerte
que vaga en mi recuerdo y se borra en tu diario.
11
Llevas en la mirada el soplo del Poniente, en los labios la herida tierna y ronca del pájaro que tiembla en la acera caído entre los transeúntes silenciosos que asaltan el vacío y rutinario cristal de la memoria en los escaparates, el halo transparente de los cines, el humo de las fábricas el rayo que ilumina la caricia distante en la huerta que muere y se cubre con lirios de pureza para hablar de los bancos con un nombre grabado, con un libro perdido con la letra borrosa y una firma sentida y olvidada que no advirtiera nadie en un cuerpo que espera la llama de tu amor, la magia de tus manos.
Llevas en la mirada el mito del exilio de las nubes canoras que nunca se han movido de tu eterna esperanza en el misterio, del viento de tu imagen venerada y ardiente que llena las paredes con un nombre, que rompe los adagios con un verso medido y atormentado que hierve en las esquinas teñidas de silencio, sonríe a la muerte y llora en la mañana.
12
El eterno retorno de la primavera
Al contemplar tu cuerpo de mujer, no puedo evitar pensar en tus años más tiernos y en aquel amor que te esperaba en el Purgatorio, quizás en el Infierno.
Podría decir que hoy eres aún más bella que entonces, que volvería a desearte con sólo cerrar los ojos y no pensar.
Ya eres una mujer nueva y brillante como el sol de la mañana, cuando yo apenas puedo salir de las tinieblas adonde tu crueldad me condujo.
13
Mariposa
1
Ahora que estamos solos, cerca de la ventana, y nos rodea lo que ansiamos y nos busca lo perdido, elevarte quisiera y entregarte las flores que aromaste en mi jardín.
Entregarte el paisaje y las casas vacías, los árboles y el aire que tuvimos. Entregarte la rosa sin espinas que alumbrara el sueño del Poeta, y el dolor de morir de la tierra de tus padres que agoniza siempre.
Ahora que estamos quietos y el pasado ha querido mirarnos para decirnos adiós.
2
¿En qué recuerdo he muerto y en dónde me he perdido? ¿Hacia dónde camina tu perfume y tu amor?
Ahora que en las manos tenemos la palabra y el viento del oeste deja oír su clamor y se lleva las nubes de tormenta y significa algo hermoso para ti1.
¿Por qué nos alejamos del jardín, de la tarde? ¿Así muere el deseo, así muere la flor? ¿Así revoloteas cuando sientes la herida?
Adiós mariposa, adiós mariposa de mi vida, queda un suspiro y el viento del oeste para cantar la gracia de tus alas y caminar sonriendo hacia la muerte.
3
Cuando ya no me veas y me olvides, llevaré en la frente esa tristeza tuya que el sol acariciará.
Tú volverás a ser la mariposa que revolotea y cae con el día, que no encuentra esperanza y que vuelve a volar.
1. Si desde lejos aunque separados - Oda Alcaica (Friedrich Hölderlin).
14
Un día de mayo de 2009
1
Tu nunca volverás, lo sé y es por eso que no comprendo la inquietud de la herida, el desencanto de la espera.
*** *** ***
2
Pero hunde, amor mío, oscura tu mirada en esta incomprensión sin luz que me atormenta, para poder buscar en tu mar mis naufragios y encender las orillas donde tus pies jugaban. Ya no te puedo amar, besarte, ni soñarte.
Ya sabes que no puedo encerrarme en tu pecho, que busco sin consuelo tu herida que sangraba, pero no puedo verla, tu cuerpo es un castigo que se acerca en la noche. Tu cuerpo es un castigo. Y tengo que tocarte solo con la mirada.
3
Me dirás que con los locos sólo quiere vivirse una aventura que se guarda el equipaje de promesas para abrirlo después del naufragio.
Y yo sabré que desnuda eras un sueño que me llevó hacia ti la ola de tu playa que descifré en tus labios la metáfora oculta, que nunca floreció el alma de la aurora.
15
La muñeca que amaste se pierde en otros brazos que apenas te sonríen, en la muerte sentida en un bosque de piedra que muestra su aspereza y se arrastra en tu rostro y tu recuerdo, en el dolor del muelle que se aleja en las brumas y te lleva a otras nubes en un Madrid ansiado.
16
Las canciones escriben una nota en tu piel, un vuelo interrumpido,un destello en el aguadonde fluye tu imagen en la amarga condenaque inundó tu sonrisa y vive la esperanza destrozada que se mantiene firme en tus anhelos como un héroe antiguo y derrotado que no baja la guardia y ante la muerte siente la soledad de los perdidos.
17
La palabra celosa te llama en los jardines que abrieron nuestras lenguas en un día remoto que borraste en tu agenda polvorienta, que vive en la muerte marchita de las astros y guía al corazón en los faros de la sombra que arrebataste al sol en tu locura.
18
Regresé de las sombras para volver a amarte con un abrazo tierno
que me ardía en la frente sin luz y sin destino en ese puerto donde me dejabas, en esos besos
tuyos que sucumbían suspirando, tenían un acuse de recibo con una dirección que alentaba tu pecho, forzaba tu sonrisa y te mordía el alma.
19
Lloré por tu deriva y tu determinación de romper nuestros lazos al descubrir que yo no era tu destino, respiraba en tu rostro el recuerdo que humedecía tu boca que me alcanzaba como si fuera otro, fui tu amante una noche que no recuerdas y no me amabas, y sufrí por los besos ardientes que prendieron mis labios y murieron al alba.
Ella no ha vuelto más y su sombra se alarga sobre la cruz del Puerto cansado que aún respira.
(Mares Lejanos - Canción de Otoño de 1996)
1
Me hiciste pensar que ni siquiera tu amor era eterno. Ahora sufres y te preguntas qué fue de aquella mirada, en qué instante murió tu postrera sonrisa, qué viento se llevó las hojas del diario donde decías que me amabas.
2
No supimos desentrañar el sueño de nuestra encrucijada; !Cuántas veces te amé y sentía un rencor que nunca se apagaba¡
Sigo leyendo un poema que no recuerdo, que nunca he podido escribir aunque nunca lo leas ni en tu diario lo copies y no lo hayas olvidado.
3
La sombra de mi llanto se perdió aquella noche en el aire callado de tu vuelo francés mientras cantaba Brel la soledad del hombre en el amor y en la muerte y el mundo le aplaudía con tristeza y con fervor.
Triste en una caricia amortajada llegaba a mi memoria con un rumor inmenso que arañaba los escombros del puerto la caricia perpetua de los diques de Amsterdam en la escena oscura, decadente y encendida.
Tu sonrisa de piedra devastó el rincón más sensible de los huecos que acercaban tu corazón al mío en tu rostro sediento de levante, en la mirada herida que llevaba la cruz angosta de mi alma.
4
Ahora vuelvo al parque descuidado de la Argentina con sus puertas abiertas y veladas, te recuerdo y no estás en sus bancos ausentes, busco la remembranza de tu aroma mientras hierve en mis ojos el hombre fracasado que venera los tuyos y se enamora de tu misterio y se enreda en las hojas del laurel reseco y carcomido que arrastra su tiniebla en el vapor lejano que se hunde en el mar de tus secretos.
5
Ya no eres la mujer que sonríe a la tarde que, con su extraño rostro, acaricia y envuelve la luz de los espejos, la voz de la neblina y declina en las aulas de los vientos la rosa, no vives la canción de la esperanza mientras muere un poeta en las Puertas del Campo del ansia de vivir su verbo en el pasado.
Ya no viertes tu aliento en mis mejillas, no rompes la muralla del rencor afligido ni abres el encaje a mi lujuria atormentada y triste que arrastra su agonía en los ojos de un bar que derrama el licor y se adueña del humo. La barra de equilibrio de todos los milagros, de todas las palabras, estrecha e implacable espera la caída del verso y las quimeras en los escaparates.
No apartas mi camisa del silencio, no abres tu soledad a mi ardiente mirada ni guardas mis requiebros en la caja de música cuando Chopin detiene el llanto de la brisa.
Cuando vuelva la noche profunda de las calas entre los matorrales y camine en tu huella como un lobo exiliado que no encuentra un camino en el camino velaré por tus velas encendidas.
La luz de las campanas que doblan en el barrio adormecido llevará tu silencio en la mirada que acoges con un gesto enamorado y muestras el deseo de alentar las caricias en el muelle tendido, de vivir en la tierra tibia de tus mayores y arrasa los cristales del silencio en los muelles rotos que tú cantabas para volver a amarte como si hubieras muerto.
Te abrazaré en la rosa afligida y errante que perdió la fragancia y anidara en tu paso fugitivo mientras te perseguían los vientos desahuciados, te entregaré los aires llorosos de las rimas que siguen en tu alma y en la noche apagada.
7
Je est un autre. (Yo es otro) (Arthur Rimbaud)
Un hombre encadenado a tu figura se encamina a mi rostro en la escollera con un rumbo abortado que invade los caprichos de la muerte en los días sin nombre que fluyen en el agua.
Este hombre se arrastra por las nubes rojizas del crepúsculo que hiere y arrasa los cristales del silencio en las ramas, permanece en los bancos vacíos de los parques y se ahoga en tus ojos que abren otras cortinas, buscan otro calor y no sienten la luz lenta de mi esperanza.
Ya no me amas, es cierto, miras el horizonte de los painicos tristes que lloran en la luna, de palabras sin velo que cubren la sonrisa, de ilusiones que pasan y se pierden en cada esquina fría que detiene mi olvido, mi angustia y tu mirada
8
He querido arrancar de la calle vacía el dolor de tus ojos, la llaga de tu voz de un pañuelo tierno y solitario que agita para siempre los recuerdos mientras vuelvo a la duda que estremece una imagen terrible y asfixiante que penetra en mi alcoba.
Me arrastro en las estrellas que lloran a lo lejos para hablar con la muerte que respira en mi sangre para volver sin pausa y sin memoria a tus labios soñados que vibran en los puertos tiernos de las caricia arrebatada que espera su legado entre las azucenas que llevaste en un cesto desgajado al rumor de los barcos ignotos de los muelles, a la cumbre del aire que supura.
En los vanos callados de la iglesia ruinosa, escucho tu lamento extenso y calcinado para resucitar en mi pecho anhelante, en mi mirada ardiente la gracia de tus manos, la luz de tu sonrisa y el lento suspirar que anidaba en tu boca y brilla para siempre entre los muertos.
9
No te envié ningún archivo atravesado por un sueño.
*** *** ***
He llegado al silencio oscuro de tu rostro para desenterrarlo de las simas profundas de los bosques perdidos que guardan tu fulgor en un sudario, en una despedida cenicienta que rompió mis entrañas en el viento de marzo, para poder abrir el camino sin huellas que amabas en los mares azules y lejanos, para recuperar el requiebro de amor que no escuchaste nunca y yacía en mis brazos cuando en tu amarga ausencia te llamaba, en los labios la luz, la sombra en el costado.
La fiebre turbulenta de mi sangre inunda tus mejillas y hierve en el armario de tu ropa tortuosa de los viernes que recoge los aires dolientes del pasado y sufre en los balcones la amargura, el nerviosismo ansioso de tus manos, la inmensa soledad de un verso ante la muerte que vaga en mi recuerdo y se borra en tu diario.
10
Llevas en la mirada el soplo del Poniente, en los labios la herida tierna y ronca del pájaro que tiembla en la acera caído entre los transeúntes silenciosos que asaltan el vacío y rutinario cristal de la memoria en los escaparates, el halo transparente de los cines, el humo de las fábricas, el rayo que ilumina la caricia distante en la huerta que muere y se cubre con lirios de pureza para hablar de los bancos con un nombre grabado, con un libro perdido con la letra borrosa y una firma sentida y olvidada que no advirtiera nadie en un cuerpo que espera la llama de tu amor, la magia de tus manos.
Llevas en la mirada el mito del exilio de las nubes canoras que nunca se han movido de tu eterna esperanza en el misterio, del viento de tu imagen venerada y ardiente que llena las paredes con un nombre, que rompe los adagios con un verso medido, solo y atormentado que hierve en las esquinas teñidas de silencio, sonríe a la muerte y llora en la mañana.
Al contemplar tu cuerpo de mujer, no puedo evitar pensar en tus años más tiernos y en aquel amor que te esperaba en el Purgatorio, quizás en el Infierno.
Podría decir que hoy eres aún más bella que entonces, que volvería a desearte con sólo cerrar los ojos y no pensar.
Ya eres una mujer nueva y brillante como el sol de la mañana, cuando yo apenas puedo salir de las tinieblas adonde tu crueldad me condujo.
12
Mariposa
1
Ahora que estamos solos, cerca de la ventana, y nos rodea lo que ansiamos y nos busca lo perdido, elevarte quisiera y entregarte las flores que aromaste en mi jardín.
Entregarte el paisaje y las casas vacías, los árboles y el aire que tuvimos. Entregarte la rosa sin espinas que alumbrara el sueño del Poeta, y el dolor de morir de la tierra de tus padres que agoniza siempre.
Ahora que estamos quietos y el pasado ha querido mirarnos para decirnos adiós.
2
¿En qué recuerdo he muerto y en dónde me he perdido? ¿Hacia dónde camina tu perfume y tu amor?
Ahora que en las manos tenemos la palabra y el viento del oeste deja oír su clamor y se lleva las nubes de tormenta y significa algo hermoso para ti1.
¿Por qué nos alejamos del jardín, de la tarde? ¿Así muere el deseo, así muere la flor? ¿Así revoloteas cuando sientes la herida?
Adiós mariposa, adiós mariposa de mi vida, queda un suspiro y el viento del oeste para cantar la gracia de tus alas y caminar sonriendo hacia la muerte.
3
Cuando ya no me veas y me olvides, llevaré en la frente esa tristeza tuya que el sol acariciará.
Tú volverás a ser la mariposa que revolotea y cae con el día, que no encuentra esperanza y que vuelve a volar.
1. Si desde lejos aunque separados - Oda Alcaica (Friedrich Hölderlin).
13
Un día de mayo de 2009
1
Tu nunca volverás, lo sé y es por eso que no comprendo la inquietud de la herida, el desencanto de la espera.
*** *** ***
2
Pero hunde, amor mío, oscura tu mirada en esta incomprensión sin luz que me atormenta, para poder buscar en tu mar mis naufragios y encender las orillas donde tus pies jugaban. Ya no te puedo amar, besarte, ni soñarte.
Ya sabes que no puedo encerrarme en tu pecho, que busco sin consuelo tu herida que sangraba, pero no puedo verla, tu cuerpo es un castigo que se acerca en la noche. Tu cuerpo es un castigo. Y tengo que tocarte solo con la mirada.
3
Me dirás que con los locos sólo quiere vivirse una aventura que se guarda el equipaje de promesas para abrirlo después del naufragio.
Y yo sabré que desnuda eras un sueño que me llevó hacia ti la ola de tu playa que descifré en tus labios la metáfora oculta, que nunca floreció el alma de la aurora.
14
La muñeca que amaste se pierde en otros brazos que apenas te sonríen, en la muerte sentida en un bosque de piedra que muestra su aspereza y se arrastra en tu rostro y tu recuerdo, en el dolor del muelle que se aleja en las brumas y te lleva a otras nubes en un Madrid ansiado.
15
Los poemas escriben una nota en tu piel, un destello en el agua, un vuelo interrumpido donde yace tu imagen en las largas cadenas y vive la esperanza destrozada que se mantiene firme en tus anhelos como un héroe antiguo y derrotado que no baja la guardia y ante la muerte siente la soledad de los perdidos.
La palabra celosa te llama en los jardines que abrieron nuestras lenguas en un día remoto que borraste en tu agenda polvorienta, que vive en la muerte marchita de las astros y guía al corazón en los faros de la sombra que arrebataste al sol en tu locura.
17
Regresé de las sombras para volver a amarte con tiernos besos sin luz y sin destino en ese puerto donde me dejaste, en esos labios tuyos que suspiraban a lo lejos y tenían un acuse de recibo con una dirección que alentaba tu pecho, forzaba tu sonrisa y te mordía el alma.
18
Lloré por tu deriva y tu determinación de romper nuestros lazos al descubrir que yo no era tu destino, respiraba en tu rostro el recuerdo que humedecía tu boca que me alcanzaba como si fuera otro, fui tu amante una noche que no recuerdas y no me amabas, y sufrí por los besos ardientes que prendieron mis labios y murieron al alba.
19
Ya no puedo tener la luz de tus columnas, las ansias de vivir en la huerta tapiada que mueve los recuerdos de una niña asustada que persigue sus pasos, la magia de mi orgullo en tus caderas, el dulzor de sentir tu túnica caída velando en el prodigio fervoroso del Puente donde padecen mustios los clavos de mis noches que tu espejo refleja, la herida de los salmos que ven correr la nube que no vuelve a tu cielo.
20
Regresa a tu retrato la caverna del tiempo, la sangre del poeta que recogió tu abrigo en las Puertas del Campo, en el levante denso que azota las murallas y muestra los destrozos de mis viejos naufragios, en la tierra del mar y de los espigones que aprisionan la huella de tu aliento que no puedo arrancar de mi alma peregrina.
Resiste en mi dolor el ramo de la aurora esparcido en tu rostro, el bosque de silencio de un perdedor oscuro que te sigue alumbrando desde la lejanía escabrosa del miedo donde llora el ciprés negro de mi esperanza.
21
Los labios de un destino que nos tiende emboscadas no saben desterrar la llama del olvido que atraviesa la plaza que nunca desvelamos en su antiguo esplendor y fluye entre las fuentes, escondida en las horas permanece desierta helando mi memoria entre los matorrales que esparciste en la acera y en los cables.
Se adentran en la isla los ecos de los pasos, los folios afligidos que imprimen nuestros besos, cubren las azucenas la mueca apasionada de un instante de luz que se quedó en el aire y llega a tus rodillas postradas en la arena.
Hiere la soledad la barca del silencio en el foso angustiado que perdió tu sonrisa y empuja hacia tu muro el llanto de la noche que hierve en las tinieblas.
22
Tus anhelos que sueñan en un árbol vencido, en la hiedra que cubre la Escuela de Comercio van subiendo la cuesta de las hojas perdidas y no quiero enterrar un beso amortajado que desgarra las venas de la calle, el mar en mi tristeza y muestra en las paredes de un antro tu sonrisa, las palabras de antaño que mueren en a la playa escribiendo un poema de amor entre la niebla, la impronta de tu rostro en un cuaderno frágil y humedecido que se queda en tus ojos y pierde tu mirada.
y sobre mi rostro.
*** *** ***
Todos
este poema de poemas está intrínsecamente conectado a ella y a mí, como
dijo muy bien mi amigo, Leonardo Favio, ella ya me olvidó, yo no puedo
olvidarla. Los distintos poemas han sido compuestos en la primavera
triste de 2020, excepto el 1, un día de diciembre de 2019, el 11, el 16
de septiembre de 2011 y el 12 que recuerdo que lo hice en julio de 1977,
afligido y desconcertado por la mediocridad de algunos poemarios de
Pablo Neruda, un ídolo indestructible entonces para mí, pero pasa el
tiempo y compruebas en tu piel que las rosas tienen espinas y Pablo
tenía dos que no las aguanto, que me había regalado mi novia y profesora
y por su lejanía, llevábamos apenas seis meses juntos, que frecuentaba
los grandes almacenes de Madrid en esos mismos momentos que yo, para
intentar sin éxito sustraerme de su ausencia sin éxito leía y escribía,
esto último bastante mal por cierto, y la soledad y el despoblamiento
de la Tierra de Campos, en Grajal, era demasiado joven para negarse a
cumplir con la liturgia de las vacaciones sempiternas de sus padres.
Madrid era la vida y la animación y la ropa de marca en rebajas, Grajal,
el tedio, los guisantes cada día, un póster del tenor Nino de Grajal,
como los cantaores o los toreros, y una familia demasiado vieja y
cansada que nunca se atrevió a salir del pueblo que tenía un rico casi
seco en verano donde abundaban los cangrejos. A Brel le quedaban apenas
tres meses de vida y yo no me enteraba de su calvario terminal ni de que
con él iba a morir un moribundo lleno de vida, un niño de cuarenta y
nueve años.