Se derrama en la noche el lirio de tu ausencia
como una carta amarga que no puede escribirse
y sigue en
la mesita
donde teje la angustia de un amor disidente
que lucha con los monstruos sombríos del rencor.
Muere el parque de siempre con el alma
de un banco que no espera
al viajero cansado que escruta el horizonte
de los viejos amantes que perdieron la rima.
Rompen los coches roncos la frontera y los muros
murmuran en la savia de las flores
que murieron en los ojos del último verano,
y no vuelve tu aliento sobre mi nombre errante,
no tengo tu caricia como si fuera mía,
como si me abrigara
el viento del pasado que recorre tu pelo,
y volviera
la huella de tu piel al jazmín.
Yace abierta una llaga que brilla en el futuro
que nunca llegará a los labios de Abyla
cuando mueran los faros que abrazan otros mares
para seguir desiertos en las noches de luna,
cuando ya no se vea tu lengua en el teatro
de la acera que escucha del naranjo la rabia,
el grito del poeta
que guarda en cada encuentro con la sombra
un papel apagado que hierve en el olvido.
He sentido en mi pecho el pulso de los astros,
las palabras del loco que escribe en las paredes
de una noche romana que agita la memoria
de un libro amortajado
que arrastra la amargura de un verso interrumpido,
y no puedo tener la luz de tus columnas
el sueño de vivir
la magia de tu piel tersa entre mis manos,
el ansia de sentir tu túnica caída
que llora en la deriva espesa de los puertos
que ven partir los barcos que no regresarán
y no quieren perder la huella de tus alas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.