lunes, 24 de febrero de 2020

Las llagas de tu culpa

Siempre arrastré las llagas de tu culpa 
y sufrí por las cartas que no quise leer, 
por las llamadas 
que no quise escuchar
mientras me acorralaban tu ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y me miraba
como si fuera un hijo de las sombras.
Lloré por el rechazo 
que ahondaba en mis venas
de lo que me llegaba de ti en esos días,
de lo que se rompía en la huella de mi alma,
en las escalinatas abiertas de Toledo.



Siempre arrastré las llagas de tu culpa 
y sufrí por las cartas que no quise leer, 
por las llamadas 
que no quise escuchar
mientras me acorralaban tu ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras.

Lloré por el rechazo que caía
y ahondaba en mis venas
de lo que me llegaba 
de tu mano caliente en esos días,
de lo que se rompía en la huella de mi alma,
en las escalinatas abiertas de Toledo.



Siempre arrastré las llagas de tu culpa 
y sufrí por las cartas que no quise leer, 
por las llamadas 
que no quise escuchar
mientras me acorralaban tu ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras.

Lloré por el rechazo que caía en mi rostro
y ahondaba en mis venas
de lo que me llegaba 
de tus manos ardientes en esos grises días,
de lo que se asfixiaba en la huella de mi alma.

***   ***   ***


Siempre arrastré las llagas de tu culpa 
y sufrí por las cartas que no quise leer, 
por las llamadas 
que no quise escuchar
mientras me acorralaban tu ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras.

Lloré por el rechazo que caía en mi rostro
y ahondaba en mis venas
de lo que me llegaba 
de tus manos ardientes en esos grises días,
de lo que desfilaba por la huella de mi alma.

***


Siempre arrastré las llagas de tu culpa 
y sufrí por las cartas perdidas que no llegué a leer, 
por las llamadas 
que no pude escuchar mientras te maldecía,
mientras me acorralaban la ausencia y tu vestido
en una sala oscura que nunca frecuentaste
y amarga me miraba
como si fuera un hijo de las sombras
atrapado en el fulgor hiriente de un recuerdo
que nunca permitiste
que descansara en el temblor de mi almohada.

Lloré por el rechazo que cubría mi rostro
y ahondaba en los rincones 
del velo de la luna
que ardía en los espejos de una alcoba sin puerta,
en la espina de miel ensangrentada
de tus gélidas manos
 en los días más grises
que desfilaban huecos por las enredaderas
que nunca atravesaste con soltura,
por los escaparates rotos que me mostraste
en la noche del dolor que mordía las sábanas
y se hundía en mi pecho.






sábado, 22 de febrero de 2020

Las puertas del recuerdo



He inundado con hojas las puertas del recuerdo,
caminado en la esquina
que salta el burladero con un verso de muerte
para poder sentir la llama de tu boca,
el espejo en tus hombros, el brillo en tu mirada,
y no puedo encontrar
la calle de tu sombra, la nube que me hiere
vestida de algodón
mientras los sueños hondos nos alejan
y agoniza tu barca en otros varaderos.

Ya no puedo mirar recogida en el aire
la blusa que llevaste en un beso cautivo,
la cruz de tu silencio y tu huella en la mar,
y no siento tu rostro
embriagado en los días de las fechas sin nombre,
perdido en la marea de los vientos cambiantes.


jueves, 20 de febrero de 2020

A una cantante callejera - 11 de junio


Solo puedo acercarme a ti para volver al silencio
y decirte
que eres la dirección de las flores de la tristeza,
que ya no puedes volver hacia una sonrisa
 y encontrarte tu paso seguro y valiente
 en donde lo dejaste, 
que  tu maleta encalló en los mares del olvido,
que tus notas ya se pierden en otra melodía.

Ahora eres un poema cubierto por las hojas,
una vida apagada 
que fluye en los andenes de los pasajes oscuros
en un llanto desesperado 
que ha perdido la llama abierta de los puertos
donde aún tiembla una herida 
cuando cae tu voz en los dominios de la noche.

Aún sostengo tu acento hirviendo en la memoria
profunda y transparente 
del fraseo que hiere en cada quiebro afligido
y siempre te he buscado en el suelo de los parques,
en el rincón de los rastrojos
 que juntos recorrimos con el alma estremecida,
con la palabra que aún vibra en la escena que muere
con la lágrima que tiembla 
tierna entre tus labios.