que han olvidado encontrarse,
que ya no se conocen.
(Peter Pan - julio de 1974)
Cartas para rezar, rogar y enternecernos
con la palabra humilde
perdida en una estrella,
¡oh libertad sin luz, de amor tibio y ausente
que reposa en el cuarto del niño que velamos!
No vino la verdad. El coraje, la fuerza
recorren la locura
de amor que no vivimos,
los versos que abrigamos con una hoja inerte,
la alcoba de la noche del deseo.
Somos almas sin luz danzando en los estanques
que no quieren dejar huella de nuestro signo,
ni levantar indicios de nuestras esperanzas
en espejos que hieren los surcos de una herida,
en cristales fingidos que traspasan las venas
de voces que no hablan,
y seguimos jugando sin decir quiénes somos,
sin querer arriesgar a perder lo perdido
en la larga partida sin mano con la muerte.
Es evidente que todas las historias de amor se parecen y todas son distintas. Es verdad que casi todos los hombres llegamos a una edad sin salida en la que queremos ser Peter Pan y solemos quedarnos en un anónimo niño perdido, en un mueble desencajado en una rampa que desciende, que casi todos hemos escrito algún poema, que hasta el amor más profundo y hermoso tiene nubes atravesadas por espinas tormentosas. Nos une más el dolor que el gozo, el olvido que el recuerdo, a veces nos recuerdan cómo nunca hemos sido.
6 de septiembre de 2018
Es inevitable que nuestros mayores mueran, también lo es que a partir de ahí convirtamos en rosas las espinas y los caminos tortuosos en el de las baldosas amarillas. Mi madre murió joven para lo que se estila en estos días. Mi percepción de la realidad me ha permitido saber que muy pocas madres se llaman Wendy y casi todos los hombres aspiramos a ser Peter Pan. Reconozco que mi poema dista mucho de las loas hiperbólicas que suelen reservarse para estas ocasiones que, más tarde que temprano y por cuestiones de edad, casi todos hemos de presenciar, tuve que luchar contra el efectismo y mostrar el perfil humano de una niña que nunca quiso crecer.
23 de octubre de 2018
Dejamos atrás a Peter Pan, hay demasiadas reinas de corazones y este mundo nuestro no es el país de las maravillas, es la genuina y verdadera isla de Nunca jamás donde las risas se han perdido como los niños que fuimos porque ahora el capitán Garfio siempre lleva las amarras sentado en un escaño o presidiendo una junta de accionistas o levantando bancos.
Suspiro hondo, francisco, cuando leo versos de esta categoría sensitiva.
ResponderEliminarAprecio mucho tu presencia aquí, Tara, porque sé que, a pesar de respetarla profundamente, no acabas de mantener un idilio con la poesía lo tuyo es esa prosa en la que te expresas admirablemente, por eso me resulta muy agradable que te acuerdes de mí.
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