Inspirado por la huida de los grandes poetas
en las hojas de un canto mi corazón gemía.
Son las calles, los sueños tan oscuros sin ti
que por no derramarme en la nada me inspiro.
Tu pecho se desmiembra como un charco de sombras
cuando pienso en tus ojos sin luz en la almohada,
transeúntes de esquinas vomitan el diciembre
donde caen palomas en torres de cemento
y el pozo del quejío abierto en el quebranto
alumbra los acordes de un cíclope en su vientre.
Entonces tu palabra se alimenta de espiga,
de tintas que la muerte arrastra a los altares
donde los sacerdotes sacrifican a Cristo
y tu voz se estremece con un grito de escarcha
porque no luce estrella para guiar tu herida,
porque no queda tierra que tus venas no escuchen
y ya no brota sangre en tu rostro de hielo,
ni una frase de amor esbozada en tu frente.
¡Duerme, ay Enrique, duerme, no digas nada, sueña!
Tu corazón gitano, ahora que te has ido
y no vuelve la aurora,
sigue herido de vida, inspirado de muerte.