Los árboles del Sur tienen un fruto extraño
con sangre en sus raíces,
sangre en sus hojas.
Los negros danzan con los vientos del Sur
como esa fruta extraña que cuelga de los álamos.
Idílicas escenas llenan el Sur amable
entre los ojos mórbidos y la boca indignada,
de magnolia un aroma
plácido y
fresco
penetra en el olor ardiente de la carne.
Aquí dormita el fruto que los cuervos arrancan,
que la lluvia recoge,
inspira el viento
y pudre el sol,
cuando cae del árbol
se amasa una cosecha lastimosa y extraña.
(Abel Meerepol – 1939 – Variación – F. E. León)
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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.