Llueve en las
soledades quietas de la avenida,
sobre los
institutos que guardaron tu huella.
Quizás de este naufragio me quede con la cita que hago de un poema mío de
1998. Es difícil explicar a alguien que no escriba el esfuerzo que puede costar
dos o tres minutos de lectura cuando viene exigido por algo que no comprendes y
a lo que sin embargo quieres dotar de una coherencia con respecto a tus
exigencias sentimentales e ideológicas. Por
esa razón me sentí tan bien cuando decidí que no lo tocaba más (no fue del todo
cierto) a pesar de que escribirlo no fue precisamente una experiencia
placentera.
No encuentro el punto de sentirme a gusto cuando escribo, tendría que
hacerlo porque me gusta realmente escribir, pero no es así. Para colmo el otro
día, mi mujer me viene con un artículo en el que Antoine de Saint-Exupéry queda
en entredicho en su relación con Consuelo, a la que yo tenía como un auténtico
tormento para la sensibilidad extrema del autor de "El pequeño príncipe".
En fin, nos queda Robert Jordan, ya que
es un personaje de ficción y no le podemos descubrir más de lo que muestra la
novela por mucho que tenga el rostro de Gary Cooper, y mi amigo que siempre
será el mejor amigo que ha habido.
30 de
marzo de 2013
Representa un poco lo que buscaba en los últimos meses (se me han quedado
sin concluir tres o cuatro poemas de corte parecido, precisamente porque no
acabo de encontrar en ellos lo que buscaba) aunque, no tenga mucho que ver con
el asombroso poeta francés en el estilo, casi siempre muy clásico en la forma,
una de las características que más aprecié en él y que pude disfrutar en toda
su extensión, gracias a la generosidad de un autor alemán que la analizaba a
fondo en su blog “Paroles Brassens”, era la de enlazar
hitos sentimentales, literarios, hechos históricos, anécdotas personales, e
intentar por todos los medios suavizar las brusquedades que pueden resultar de
todo ello, hacer creer que todo podía pertenecer a una misma línea narrativa.
No sé si lo he conseguido, pero, en este caso al menos, me queda la
satisfacción de que, quizás, no me he quedado muy lejos.
4 de
abril de 2013
Escribir este poema me puso de los
nervios, y todo por buscar una coherencia absoluta con lo que pienso, con lo
que me ha pasado, con el sentimiento del amor tal como se ha desarrollado en mi
vida. En estos días ser diferente no es una indecencia, se ha convertido en una tortura.
11 de
mayo de 2013
“Me gustaría pensar que la gente en los
bares habla de mi poesía.”
(Philip Larkin)
Quizás queden los bares para hablar de
poesía, quizás lo importante sea el intento y que podamos recordar con un
cariño similar aquellos poemas de los que hablamos y aquellos que se quedaron
en el camino. Casi siempre es preciso perder muchos poemas para encontrar uno
que verdaderamente merezca la pena.
13 de enero de 2014
La luz del sol sigue madurando,
lejos andan los vendedores ambulantes;
sigue agriándose la tibieza del verdor en los mercados
del mundo,
por las calzadas de indecible perfume,
en las orillas de los mares, al pie de los volcanes.
(Pasolini – 1962 – Traducción de Guillermo
Fernández)
Hace unos días leí Las hermosas banderas al fin, en castellano, no sé
italiano, y observé que es un poema irregular, que, probablemente,
técnicamente, está muy lejos de la obra maestra de Neruda, pero me detuve
atentamente en dos largos pasajes y no pude sentir sino fascinación; fluían los
sentimientos encontrados, sintetizaba sentimentalmente la historia de la Italia
convulsa de la posguerra, apelaba para neutralizar el veneno al intelectual
convencido de que había dejado de creer en Dios y arremetía amargamente contra
el consumismo emergente que perdía volitivamente la huella de la piedad para
vestirse con un ropaje positivista que destrozaba los lazos familiares, los
contactos íntimos con las personas que compartían el tiempo y los pesares con
nosotros y defendían la sonrisa ante las cornadas de la vida. Ahí me veía yo
intentando decidir entre un poema, casi perfecto (a cualquier poema en verso
libre le encontraremos defectos), que tengo canonizado desde que tenía 17 años
y un poema irregular, discursivo, humilde, en fin, humano.
4 de marzo de 2016
Nadie me quiso hasta que tú llegaste
y esa fue la razón por la que nunca
supe ser amado,
no distinguí los brazos de las cadenas,
el calor de la nieve, el frío de la llama,
el triunfo del fracaso
y muchas veces
tuve que mirar en la muralla de tus ojos
las cumbres de
Gredos
que cruzamos entre las manos y las curvas
esperando el autobús en una vía desierta
mientras se agigantaban las garras de Hinault
sometiendo Serranillos en la calle escarpada
de los novios de la muerte,
que escaparme de casa para que no me vieras
como un muchacho que asciende el Tourmalet
porque ya no encuentra
su lugar en el barrio mutilado de la infancia,
ni una familia confusa que ha perdido el nombre
en el maillot desgarragado de las últimas heridas
en el laberinto de la comodidad
mientras lo escribía sobre la lluvia y los adoquines
en el Infierno del Norte
cegado por las luces mustias de la cuneta
de los gregarios atrapados
en la montonera de la modernidad
por la
indiferencia de los faros que persiguen los laureles
y levantan el barro que se acumula en los rostros
y en la sangre
de los vencedores y de los vencidos.
Me costó concluirlo pero después, era como si el poema se hubiera
independizado de mí y quisiera ser reescrito constantemente, no me ocurría algo
parecido desde que tenía 22 años con un relato. No me preguntes por qué razón
concreta, sentí la satisfacción de haberlo escrito, de liberarme de él, quizás
por esas personas con las que compartí una buena parte de mi vida o por
aquellas otras con las que disfruté de un momento especial que se recuerda siempre
y pensé en Brassens porque era poeta y porque nació en el Cementerio de los
pobres.
22 de
enero de 2014
Quienes hemos nacido en ciudades con una
importante presencia militar aprendemos que solo aceptan que estemos con ellos
o contra ellos, entre estos últimos destaca, por su repulsa radical, una
minoría de hijos de militares que se declara en rebeldía contra la mente
cuadriculada de sus padres. Nada nuevo según el refranero, pero significativo.
Conocer la lógica militar durante
el franquismo era quedar aterrorizado por el culto al servilismo, la violencia
y la muerte. Me consta que algo ha cambiado, pero no lo suficiente, sigue
habiendo nostálgicos incluso entre personas jóvenes que no conocieron al
caudillo y el terror doctrinario que ejercía sobre la inteligencia del hombre
de la calle.
La clase dirigente, burguesa y
estirada que nos ha vendido participa del amor al dinero y de un entusiasmo
pueril por los militares para los que prepara un marco adecuado para que puedan
exhibir sus uniformes nuevos, sus viejos himnos, su disciplina ridícula y sus
medallas.
Entre los profetas solo son escuchados
al pie de la letra aquellos cuyas palabras sirven para provocar el odio, el
miedo y la sumisión a unas normas impermeables para la evolución con la
consiguiente expulsión de la libertad y de la inteligencia a los lugares donde
nunca llueve. En cambio, aquellos que hablaron de amor, de perdón y de
conciencia individual fueron cubiertos hace mucho con el manto de la
intolerancia e interpretados con un sesgo interesado que pone las antiguas
palabras adulteradas bajo el control de la lengua de los sacerdotes.
4 de agosto de 2017
Siempre quise escribir un poema largo, nunca vi la fragilidad de los grandes tan
claramente como en ellos, y pienso que no es malo penetrar en las debilidades
de aquellos que nos han dejado tan buenos momentos. Pienso que no es negativo
que muestre mi fragilidad aunque no sea grande porque hay empresas que se
justifican por el simple hecho de emprenderlas, hay quien intenta escalar el
Everest simplemente porque está ahí y quien lo hace esperando un reconocimiento.
Con el paso del tiempo he ido conociendo algunas de mis limitaciones, en unos
casos he aceptado el esfuerzo de intentar limarlas aun sabiendo que no era una
garantía de conseguirlo, en otros, en cambio, no he querido plegarme a esa
tarea ingrata; no me gustan mis errores pero veo cierto encanto en algunos de
ellos. Sé que a Chaplin no le hubiera gustado lo que digo.
10 de mayo de 2018
Es probable que Hemingway hubiera querido ser Robert Jordan y que, en su
obra maestra, utilizara todo lo que había visto o había creído ver y apenas
echara mano a la imaginación. El escritor norteamericano no fue un ejemplo a
seguir en su vida cotidiana y nos mostró los excesos y contradicciones que
suelen acompañar a cualquier persona cuya característica más acusada es el
ansia de vivir.
Robert Jordan no representaba el
perfil idealista de un brigadista al uso; no defendía el Puente de los
franceses en Madrid mientras cantaba con entusiasmo sino que dinamitaba puentes
en la sierra de Gredos con la precisión de alguien que conoce su oficio y
quiere llegar al fin último para el que ha sido reclutado. Su tragedia era que
veía claramente la inutilidad de la que acabaría siendo su última misión y ni
un solo momento pensó que debía esquivar lo que era su obligación a pesar de
que la duda se removía en sus entrañas.
12 de mayo de 2018
Escribir un poema puede ser un acto de fe que nunca debemos esperar que sea
comprendido aunque el fin último que persigamos sea precisamente ese. Creo que
nuestra marca cultural nos empuja a intentar hacer las cosas lo mejor posible,
en eso nos parecemos casi todos, pero dada nuestra diversidad nos diferenciamos
en los motivos que nos llevan al intento. Para mí, ponerle una canción
determinada a mis nietos puede ser más importante que escribir un buen poema.
Además esto último no se sustenta por sí mismo ya que la subjetividad que se
enseñorea cuando juzgamos algo que hemos escrito nosotros mismos me impide, a
ciencia cierta, tener la seguridad de si es bueno o malo ese poema, en cambio
aporto algo entrañable si mis nietos acaban amando la música.
13 de
mayo de 2018
La nostalgia tiene un no sé qué embriagador e hiriente al mismo tiempo que
muchas veces nos impide disfrutar de lo que estamos viendo por rememorar lo que
creímos ver en el pasado. Un escritor uruguayo, no recuerdo su nombre aunque de
sobras lo merece, dijo que sentía nostalgia del futuro, en términos parecidos
se expresó el injustamente olvidado poeta hispano-mexicano Tomás Segovia en la
que fuera su última entrevista en
España. Probablemente ambos estuvieran equivocados pero mostraban una firme
actitud de rebeldía contra uno de los tópicos que nos es más querido. Yo
añadiría que la nostalgia es el recuerdo del futuro que pasó. Al final nos
engancha más la actitud de un autor que las bondades de su escritura. Es
posible que Saint-Exupéry haya sido el escritor con el estilo más depurado y
bello del siglo XX, pero es más que probable que hoy no estaríamos hablando de
él si no fuera por su actitud y que se esforzara hasta unos límites
insospechados por hacer llegar de una manera diáfana su mensaje hasta el oído
menos favorecido.
13 de
mayo de 2018
Saint-Exupéry y Robert Jordan murieron en distintas guerras cuando eran
hombres de paz y creían en la vida. Hablo de un chico nigeriano que suele
cantar en Fuencarral el repertorio de Bob Marley con un tempus muy original,
sensiblemente más lento que el del jamaicano, apoyado en una voz potente y no
falta de armonía, entre los que se sientan en la esquina es de los que recogen
más monedas. Hablo de mi amigo que vive en Algeciras y que ha hecho que el
Estrecho parezca una distancia insalvable, pero hemos vivido demasiadas cosas
juntos para que podamos dejar de ser amigos y hablo del amor, eso que habría de
redimirnos pero que, con nuestra complejidad actual, tantas veces convertimos
en un castigo.
Observar a aquellos que no gustan puede arrojarnos a los brazos de la
experimentación simplemente porque ellos lo hacen, está claro que, como otros
factores que intervienen en la creación de un poema, puede ser un acierto o un
error que la incorporemos a nuestra paleta, dependerá de nuestra personalidad
que sea una cosa o la otra. Por mi parte tengo que decir que le tengo una gran
querencia a la experimentación, un lugar no siempre muy transitado, y que
animaría a todo el mundo a acercarse a ella, creo que merece la pena aunque te
equivoques, puedes abordar como nuevas sensaciones de sobras conocidas.
13 de mayo de 2018
Esta mañana estuve
reflexionando sobre
Hemingway y,
seguramente equivocado, pensé que él hubiera querido ser Robert
Jordan, el héroe íntegro y valiente que ya no comprende a aquellos
con quienes lucha pero sigue empeñado en cumplir su misión aun
sabiendo de la inutilidad de su esfuerzo. Hemingway no se parecía a
Robert Jordan, no era el héroe, bello pero un tanto plano, de una
novela, alimentaba leyendas en torno suyo que, luego, él mismo
desmentía, tenía aficiones incompatibles con la sensibilidad
actual, no fue un buen amante y hay quien duda de que fuera una buena
persona; alguna vez leí que hubo quien afirmaba que era la única
persona que había conocido que odiara verdaderamente a su madre.
Pero era un escritor extraordinario, debemos quedarnos con lo que
hubiera querido ser y no con lo que fue, nadie como él supo reflejar
la belleza de la derrota, la determinación a luchar por una causa
aun cuando se sabe que está perdida.
Marzo de 2018