Cuando dejaste de
quererme pensé que mi vida se abrazaba a una noche oscura. Pensé que no había
nada más terrible, aunque luego me dijiste que no era cierto. De repente pensé
que yo ya no te quería y sentí lo más amargo sin poder contemplar las garras del
abismo que separa la verdad de la mentira, a Antígona de la gaviota.
No nací para compartir el odio, sino el amor.
( Sófocles - Antígona )
Cárcel del corazón
donde te siento,
donde rondaron salves
hoy vive otra
plegaria,
y es así, vida de mi
vida,
que me envuelve la
duda donde no había misterio,
que te hallo dormida
en la hora del dolor
con un delirio seco
sobre tu piel mortificada.
¿Dónde queda la
aurora?
¿dónde quedan los
mirtos,
la avenida romana y
sus cipreses?
¡Qué lejos queda todo
en esta alma mía
que sin rumbo camina
sin poder abrazarte!
Miro hacia aquellas
rosas que corrían
y quisiera
aprehenderlas
para recuperarte,
para sentirte un poco
ahora que te pierdo.
¡Qué loco corazón para
mi pecho herido!
¡Qué triste despertar
a solas con mi suerte!
¡Qué amarga soledad
que invoca las cadenas
largas de los
recuerdos!
¡Qué desplante al
amor,
amor que vive y
siente, amor que me aprisiona!
¡Qué implacable
Saturno que me empuja
hacia la piedra fría
que se agrieta en las
muros que cuidabas!
¡Qué angustioso ruido
de coro que recita
el dictado sin rostro
del destino!
Y esa Roma que su
calzada abría
en la noche de Mérida
al teatro,
ha de vivir en mí
aunque te vayas.
La Antígona rebelde
que elevaste
en este mundo nuestro
que no grita
aunque sufra y delate
con los ojos,
ya no puede vivir sin
tu desvelo,
no puede respirar sin
tu sonrisa.