viernes, 28 de febrero de 2014

Capítulos por una sonrisa aunque sea irónica.

       De momento no puedo acabar El Poema de la Duda, hay algo que me dice que no debo olvidarme de nadie. Por ello he elegido los capítulos que sí tengo terminados para enviárselo a todo aquel que lo desee. Se covertirán en una Revista, se la enviaré a quien quisiere sólo con gastos de envío, uno es de sufrida clase media, muchas personas y mucho paro.

Como dije ayer, la poesía es del mundo aunque el mundo se empeñe en decir que ya no la necesita.

En PDF, solicitad en ...

franleoni@yahoo.es

miércoles, 19 de febrero de 2014

Acerca de la muerte a un poeta



   
    
Ya ves, José Antonio, lo solos que nos vamos quedando en tu ciudad y la mía, y es cierto que da la impresión de que hay más gente y de que nuestra lengua está siendo ejecutada sin ningún caballero sin espada que vaya a Madrid a defenderla. Sí ya sé que no naciste aquí, pero como decía Max Aub, otro tipo raro, como tú, como Max Estrella, uno suele ser de donde pasa el bachillerato, me dirás que no lo estudiaste aquí, pero en eso no puedo darte la razón, acabaste tu vida arrinconado en una oscura función dentro de la profesión de las batas blancas por dejar demasiadas asignaturas pendientes, amaste Ceuta en la que reconocías una innegable vocación occidental, una parte indisoluble de Andalucía. No pudiste saber el palo que nos dio Kiko Veneno, sí, el que nos emocionaba con "En un mercedes blanco" y "Echo de menos"; yo me enteré de sus declaraciones a las nueve de la noche en las columnas del Siete Colinas con los papeles sellados en la mano. Los españoles negamos lo que nos pertenece y está lleno de nuestra cultura; evidentemente, con predominio andaluz, pero no falta representación de cierta importancia de ningún lugar de España, no, Kiko no es el único catalán que se arranca por bulerías. Esa es nuestra gran herida, tú que llegaste del Sur, que conociste la poesía, que no hubo tugurio que no frecuentaras, sabes lo difícil que sienta al corazón que le digan que eres algo hasta los veinte años y que a partir de ahí le pongan otra etiqueta.

        Y aquí estamos, José Antonio, sin hablar apenas de poesía. En este foro desde el que me dirijo a ti se ha abierto un debate de poesía. Recordando aquella noche imagino que no te gustaría algunas de las cosas que se dicen, mira que no dejaste a Byron en buen lugar, con un estilo demasiado grandilocuente, el mismo con el que recitabas tus poemas y por esas cosas difíciles de explicar me desviaste primero hacia Shelley y me quedé con Keats, ningún poema te hubiera hecho tanto honor, ahora que eres cenizas, como "La oda a una urna griega". Hölderlin fue otra cosa, aclaramos que su obra pseudo-filosófica estaba demasiado lastrada por la erudición, que su "Archipiélago” naufragaba un poco, en su conjunto, para la sensibilidad y los anhelos modernos, pero cuando aparecían Diotima, Dios y la Poesía (La Naturaleza, La Libertad y el Sueño del Espíritu Clásico, había que volver los ojos hacia él, hacia la tierra, entonces prisionera de los turcos, ahora de los banqueros alemanes, en donde surge) probablemente consiguió el mismo efecto que Miguel Ángel logró cuando pintó al Dios creador en la Capilla Sixtina; Dios no tiene rostro pero a casi todos se nos viene a la mente cuando queremos dárselo el que pintó él, porque dudaba y no quiso que nadie más lo hiciera; el hombre de 1503 necesitaba a Dios para desenvolverse en la miseria cotidiana.


Te gustaría mucho lo que algunos compañeros han dicho de la poesía, en algunos casos con mensajes cortos pero contundentes. Puedes estar tranquilo, son muchos los que verdaderamente la aman, bueno, si no muchos, son de los irreductibles, y como dijo Bécquer; “Podrá no haber poetas, pero siempre....”


(Alexander Chandler)

Ella




Ella me mira, me ha llamado, pero no dice nada.
Cada vez que se agacha
a recoger el poema esculpido en el suelo,
sujeta los tirantes del vestido,
negándole a mis ojos aquellos pechos
que tantas veces,
tras un velo transparente, me mostraba,
cuando no podía amarla, y todos lo asumían,
también ella.

Quizás sea porque ya no se siente tan bella como antes,
o porque le asalte el pecado
del que le hablaron en aquella juventud
que se desmorona en el más firme recuerdo.

Ella desea que esta culpa sea tan sólo mía,
sin comprender que, en su caso, no llegaría a sentirla,
ahora que dudo de todo lo que me contaron
dejando a un lado esta estúpida manía
que coarta mis ansias de vivir y me avergüenza.

Lo que no soportaría es su rechazo;
creo que volvería el muchacho herido
cuando llueve sin consuelo
sobre el sol de la mañana,
tal es mi fragilidad en estos días,
aunque llegara a decirme alguna vez
que fue contra sus propios deseos
y por la paz en nuestro mundo…

Ella espera que sólo yo arda en este infierno,
ya que es mi costumbre, no la suya,
cuando, cruel paradoja
que me lleva a reír y llorar, a hablar como una radio
o al profundo silencio, en la misma mañana,
posiblemente sea la única mujer
con la que podría yacer toda una noche
sin sentir remordimientos, y por la que verdaderamente
sufra cuando muera , por no haberla amado.

18/06/2011

El soldado desconocido




A Jaume Gimbert Tarruellas, de Tárrega.

(Escrito en Toledo, durante un servicio militar que no sé lo que hubiera dado porque no me hubieran obligado a hacer, pero en el que conocí a algunas personas que no olvidaré nunca, entre ellas, a la fascinante Cecilia, aunque hiciera cuatro o cinco años que una mala jugada del destino nos la hubiera arrebatado.)


Este rincón frío de mi cuarto
en donde recuerdo tus canciones,
y en donde, a veces, parece
que resurges del olvido.

Mirando el buzón vacío,
cuando no sé siquiera
si habrás leído mis cartas;
¿Es esto el mundo soñado que me prometiste?
¿Son estas las manos que habrían de levantarme?

En el aire quedan mis preguntas,
como el miedo que me arrastra
a no responderme a mí mismo.

La soledad resulta más oscura
entre el resplandor en la hierba,
y más triste cuando mis ojos
avistan un horizonte extraño
sin mar en sus entrañas.

Ya nadie me pregunta
si alguien se acuerda de mí,
cómo me llamo, cuál es mi ciudad,
dónde mueren mis sueños
cuando me desenvuelvo en la vigilia.

Es igual; la cadena se rompe
por los hombres distintos,
y aquí; el mismo uniforme,
el mismo equipaje,
las mismas palabras…
Es preferible buscar
algo divertido en la radio.

Hace unas horas que unos ojos me observan,
que un pobre muchacho
permanece tendido enfrente mía
pagándole tributo a la bebida
porque quería pensar que era un árbol
y que se camuflaba y lograba escapar,
sin número, sin nombre, sin tarjeta…


Adiós



Esperáis cenizas o pétalos de rosas ya marchitos
en las palabras que pueblen estos labios
donde otrora cantara el ruiseñor de Keats.

Esperáis gemidos en el aliento, y el aire,
el aire de la música que expira
para cubrir mi rostro,
para representar
lo que no he sido
y habéis guardado de mí.

Pero yo os diré que persisto,
que este dolor y esta soledad que muestran
las afiladas garras de su ausencia,
podrán vivir en mí y atormentarme,
alterarán mi voz y apagarán mis ojos.

Mas no podrán mostrarme
que el amor no existiera,
que no hubo claridad donde habita la noche,
que el olvido que corre por lugares y plantas
que no escuchan
no ocupa el mismo espacio
que tuvieran la luz y la armonía.

Ha pasado un poeta y no se rinde.
Resiste lejos de la residencia del ocaso.

(Pequeño Poemario de San Amaro - 1997)

A Julio



VIII

A Julio que murió en un accidente de moto el mismo año que Brel.

Hoy estás frío, y me recuerdas aquella boca
Que quedó entre mis labios y el olvido;
Me miró aquella niña tan hermosa,
Mis ojos desde entonces están heridos.

Hoy estás frío como estos ángeles de piedra,
Pero arde tu recuerdo en mi memoria,
Cantando una canción de primavera
Que me llevó hasta el mar sin una ola.
(1978)